miércoles, 1 de junio de 2022

Valle-Inclán: bohemia y Derecho

 

D. Ramón María del Valle y Peña, conocido como D. Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) fue un escritor, poeta y dramaturgo gallego, integrante de la Generación del 98, cuya vida transitó entre Galicia, Madrid y Méjico, siendo en la capital de España donde adquirió una gran fama, a través de sus numerosas intervenciones en las tertulias literarias que se desarrollaban, entre otros, en los cafés ubicados en la Puerta del Sol. De carácter indómito, y preocupado, en su época, por las cuestiones de justicia social, se le considera el creador, no ya de un estilo literario, sino más bien de una forma de ver la realidad: el esperpento. Fue en Luces de Bohemia (1920) donde el autor explicó metafóricamente qué se debe entender por ese concepto: en la calle madrileña de Álvarez Gato existía una ferretería, que se anunciaba con dos espejos, cóncavo y convexo, puestos a disposición de público y clientes, y ante los cuales las personas que deambulaban por la vía y entraban en el comercio contemplaban su reflejo deformado, sin llegar a reconocerse.

Así pues, el esperpento es la deformación de la realidad, que no por ello deja de ser la que verdaderamente es, si bien su forma de presentarse es modificada por factores externos a ella con unos ciertos objetivos o fines (normalmente no positivos) que sólo a través del rigor analítico, de la inteligencia, pueden llegar a desmoronarse. La presentación de esta deformación de la realidad hace de la obra de Valle-Inclán, en una reflexiva lectura de la misma, un genuino golpe crítico al control, la manipulación y la tergiversación de los hechos, proveniente de la mano de aquellos que se erigen en el poder rector del destino de una determinada sociedad, y en definitiva responsables de la alteración de todos los parámetros de la vida, llegando a la Economía y al Derecho.

En el Derecho, toda aplicación de la norma al caso concreto requiere de una interpretación, que realizan los operadores jurídicos. Esta interpretación a su vez debe basarse en una serie de principios lógicos y éticos que permitan llegar a un resultado justo. Si bajo lo que se denomine interpretación se encuentra una vulneración del sentido de la norma, se llegará efectivamente a un esperpento jurídico, esto es: a la puesta de la ley ante el reflejo de unos hechos que aparecen deformados por la curvatura de los espejos. La forma de evitar esta desviación, que no se produce por casualidad sino de una forma intencionada, pasa por dos vías: la eliminación de las deformidades en la presentación de la realidad (los espejos) y la supresión de una, solo nominativa, interpretación jurídica que encubre un uso partidista, y en consecuencia, ilegítimo, de la ley, tan irreal y separado de su sentido auténtico como la aparente realidad que el poder se esmera en presentar a la sociedad.

La primera vía le corresponde acometerla al poder, a través de lo siguiente: eliminando toda presentación de los hechos que ocurren en la sociedad de una forma sesgada e interesada, sin hacer uso de una censura encubierta bajo expresiones eufemísticas;  dejando que la información veraz fluya libremente, lo mismo que toda protesta social; y absteniéndose de interferir en la realidad con la finalidad de intentar crear otra amoldada a sus únicas necesidades. La segunda vía, la interpretación correcta de la ley aplicable al caso, le corresponde al operador jurídico, que habrá de inspirarse únicamente en la razón, la lógica y la ética, despojándose en esta tarea de cualquier tipo de interés personal cuando haya de llevar a cabo la aplicación de la norma jurídica.

Ambos caminos resultan imprescindibles para evitar que la subsunción de la norma al caso de lugar a situaciones esperpénticas, por cuanto completamente ajenas a la acción de la Justicia. Valle-Inclán, a través de sus personajes, advertía que el sentido trágico de la vida pasaba por permitir que la realidad no tuviera otro reflejo que el que presentaba el espejo cóncavo, dando lugar a una existencia absurda. Ante ello, la forma de quebrar esta imposición de una realidad distinta de la verdadera pasa por el empleo de la razón, de la lógica: “la deformación deja de serlo cuando se sujeta a una matemática perfecta”. En definitiva, la sociedad debe darse cuenta, por medio de su educación, de su inteligencia, de dicha deformación de la realidad, para así, en el caso de que el poder no los retire (no siendo previsible que lo haga, porque él los ha puesto), romper ella misma los espejos que la producen. De ahí la importancia de la cultura, de la Filosofía y de la información completa y veraz: se trata de aquello que, como la luz entre las tinieblas, permite el acceso de la sociedad a la realidad, no a lo que como tal se presenta por el poder. Puede entenderse que el sistema educativo sea, por lo tanto, el primer frente que el poder tiene en cuenta para poder mantener en pie esos espejos que deforman la verdad, y que aquellos que apelan al saber, a la cultura, como medio para superar el esperpento, sean tratados como seres marginales, extraños, bohemios desubicados o quijotes contemporáneos, en un intento de invertir los roles y hacer de ellos el esperpento que con acierto denuncian.

Y desde la perspectiva del Derecho, para quien tiene que aplicar la norma al caso, el recurso a la lógica, a la razón y a la ética como únicos parámetros esenciales de esta tarea: no limitar el Derecho a su superficie, sino acudir a aquellos valores que lo fundamentan para materializar su verdadero sentido, sin instrumentalizarlo: el Derecho Natural.

La aportación valleinclanesca del esperpento para la literatura y el Derecho no es, por lo tanto, algo baladí: se trata de evidenciar tanto que la realidad social que se presenta, aunque habitual, tal vez no sea la auténtica, sino una versión confeccionada a la medida de ciertos intereses, como que resulta necesario atravesar los velos con los que aparece, desvirtuándola y deformándola, por medio de la cultura, la razón y de los valores primordiales, para evitar que la combinación de una realidad y de un Derecho deformados impidan la realización de la verdadera justicia social. Con ello, desde mi humilde perspectiva, creo que puede darse otro sentido al título Luces de Bohemia.

“Aprendamos a descubrir en cada forma y en cada vida aquel estigma sagrado que las define y las contiene.”

“La ética es lo fundamental de la estética.”

“¡Oh, alada y riente mentira, cuándo será que los hombres se convenzan de la necesidad de tu triunfo! ¿Cuándo aprenderán que las almas donde sólo existe la luz de la verdad, son almas tristes, torturadas, adustas, que hablan en el silencio con la muerte y tienden sobre la vida una capa de ceniza? ¡Salve, risueña mentira, pájaro de luz que cantas como la esperanza!”

“Tenéis marcada el alma con el hierro de los esclavos y sois mendigos porque debéis serlo.”

 



Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación