domingo, 10 de mayo de 2020

Homenaje al Doctor Paz Varela, médico de la comarca de Mos y de los pobres


La comarca de Mos, y particularmente O Porriño, fueron testigos del proceder de un auténtico filántropo, el ilustre médico gallego Manuel Paz Varela. La Enciclopedia Gallega tiene la siguiente entrada: "Dr. Paz Varela, Manuel: Doctor del Concello de Mos, vivió, trabajó y murió en Porriño, sobre la relojería Penín".

Hace muchos años, cuando alguien sufría una enfermedad aguda que dejaba entrever pocas posibilidades de curación, tenía que escuchar como algún otro le decía: "A tí no te salva ni Varela". La popularidad que adquirió esta persona en su época (primeros años del siglo XX) no se limitó sólo a su faceta como médico (que lo fue por oposición de la Armada Española, ejerciendo posteriormente en el ámbito de la comarca de Mos) en cuyo ejercicio su profesionalidad era indiscutible y en numerosas ocasiones glosada por otros médicos en las publicaciones clínicas del momento, sino también por su inquietud intelectual. Paz Varela fue colaborador habitual en periódicos como El Lince o La Integridad de Tuy, y nos dejó, por ejemplo, tres novelas escritas en portugués (una de ellas, precisamente titulada De la comedia lusitana: apuntes para una historia de la revolución portuguesa). Esta inquietud humanista le llevó a tomar contacto con una nutrida representación de la intelectualidad gallega del momento, siendo conocida su participación en las tertulias de la Botica Nova, organizadas por el hermano de Antonio Palacios, y en las que, además del propio arquitecto (con conocidas obras en Madrid), participaban personajes como Ramón Cabanillas, el médico Darío Álvarez Limeses, Jaime Solá, los pintores Antón Medal y José Otero Abeledo, conocido como Laxeiro, el industrial y galleguista Enrique Peinador Linares, el escritor y abogado Valetín Paz Andrade, José María Álvarez Blázquez, el violinista Quiroga o el pintor Maside, quien ejecutó una hermosa caricatura al Doctor. Todos ellos amigos y admiradores de la profesionalidad de nuestro protagonista.

Manuel Paz Varela fue también vicepresidente de la sección de literatura del Ateneo de Vigo, donde pronunció, en el año 1921, una serie de conferencias sobre la estética en la obra literaria de Eça de Queirós.

Dicen que su vida estuvo llena de anécdotas. La más conocida, sin duda, y la que ha contribuido a su leyenda, está relacionada con la causa de su fallecimiento. Una de aquellas noches frías y lluviosas de Galicia, fue llamado para asistir a un enfermo de una parroquia. Como siempre, el Doctor Paz Varela subió a su caballo y solícito acudió en auxilio de quien le necesitaba, adentrándose en la húmeda oscuridad que cubría los montes. Tras consultar y recetar lo necesario, el enfermo curó al poco tiempo. Paz Varela contrajo el virus que padecía su paciente, enfermando de una afección respiratoria aguda que en pocos días le llevó a conocer a aquella muerte con la que durante toda su vida había luchado, al lado de los pobres y de los desahuciados de la comarca. Fue el 31 de enero de 1.936.

El Doctor Paz Varela tuvo cuatro hijos y una hija, que emigró a Buenos Aires en tiempos de la Guerra Civil.

Se escribió, por uno de sus amigos, D. José María Álvarez Blázquez, un soneto estrambótico en su recuerdo, que a continuación reproduzco:

   "Al Doctor Manuel Paz Varela, que fue un padre para los pobres y un consuelo para los marginados en tierras de Mos y de Porriño:


Era totalmente así: como una columna de humo,
   hechos de llamas su cuerpo y pensamiento,
   sabía del desasosiego y del dolor,
   desde la costa hasta los lugares de costumbre.

   Siempre enfrentado a la maldita muerte,
   tenía un hablar afable y cariñoso,
   para con el pobre de Dios, y para el desamparado
   por docenas tenía cobijo y lumbre.

   Monárquico, demócrata, apostólico,
   un tanto excéntrico, cuasi católico,
   fundador del auto-stop, bibliopirata...

   Tal era el recordado Paz Varela,
   a quien Maside, con aquella su viveza,
   en un garabato con sus lápices retrata,

 Y, a modo de estrambote,
   que nadie se engañe al ver esta figura
   porque hay un Sancho dentro de este Quijote"
  


El recuerdo de Paz Varela permanece tanto en O Porriño, localidad que le ha dedicado una calle (precisamente en la que se ubica su Centro de Salud), como en Madrid, con el establecimiento, desde hace años, de la Fundación Dr. Paz Varela, que tiene por objeto la difusión de la cultura humanística, como reflejo de la imperecedera obra de esta relevante personalidad. Vaya este homenaje sentido por parte de su bisnieto.

Enlaces:
Wikipedia: 
https://gl.wikipedia.org/wiki/Manuel_Paz_Varela
Página oficial:
https://doctorpazvarela.es/?fbclid=IwAR2AQ27yFlGiMp5GC7awcTrnNsQIMLt_kSMBoX7r18mcpakNcP7xgYlNrnk





Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación 


viernes, 1 de mayo de 2020

Séneca: entre la ley y la honestidad


Lucio Anneo Séneca (4 a.C. - 65 d.C.), filósofo hispano nacido en Córdoba, ha pasado a la historia como uno de los más grandes pensadores romanos y el referente, junto con Marco Aurelio y Cicerón, del estoicismo. Orador consumado, fue preceptor de Nerón, hecho que, por circunstancias tan propias del contexto de la política, terminó costándole la vida, pues fue acusado (muy probablemente en falso, a consecuencia de las envidias generadas por su éxito y fama) de urdir una conjura contra el que había sido su pupilo, por lo que Nerón lo condenó a muerte, siendo así que Séneca, ya dimitido por voluntad propia de toda su vinculación con la política romana y escogiendo una vida de reflexión, ante la locura iracunda de Nerón, cuyo juicio se vio obnubilado por los envidiosos, se suicidó cortándose las venas y bebiendo veneno.
La faceta filosófica de Séneca, con la que trató de instruir al emperador y que llevó a la práctica hasta el final de sus días, se basó en la más alta consideración de la ética y de la moral aplicada a todos los aspectos de la vida personal y social, en la templanza ante la adversidad y en la fuerza de la autodisciplina para mejorar interiormente. Estos principios estoicos, obrantes en la producción de Séneca, se vieron puestos en tela de juicio a raíz precisamente de su faceta política como senador romano, pues sus detractores, movidos por bajas pasiones, le generaron una fama contraria a esos principios, presentándole como un traidor y un cobarde; no obstante, ello no empaña el que esa infamia procedía, en efecto, de un ámbito no filosófico, por lo que su fehaciencia no es ni mucho menos rigurosa. Séneca ha sido y es uno de los pensadores más valorados de la historia, ha constituido el fundamento del pensamiento de otros muchos autores posteriores, y ello a pesar de aquel ámbito en el que quizá nunca tuvo que haber entrado, pues sus altas contribuciones no resultaron estar al mismo nivel que el propio de ese campo y de quienes lo integraban.
Desde la perspectiva del Derecho, y sin abstraerse de esos dos mundos en los que Séneca se desempeñó, el autor distingue claramente el mandato jurídico positivo, esto es, la ley, del imperativo ético o moral. En este sentido, y como la mayoría de los clásicos, sigue la diferenciación entre el Derecho Positivo y el Derecho Natural, cada uno con sus reglas y sus fuentes primarias de imperatividad.
En un estado ideal de convivencia, sería la norma moral implícita en la sociedad, esto es, el Derecho Natural, el principio rector; de modo que la obligatoriedad derivada de la ética personal y pública sería suficiente para regir la vida; excepcional sería la norma positiva, la plasmación escrita de un mandato ya interiorizado y asumido. Sin embargo, la realidad determina que, dado que esos principios éticos carecen, en efecto, de la fuerza vinculante necesaria para conducir per se la vida social, nazca un Derecho Positivo que materialice las reglas de convivencia.
El que la sociedad se rija por un Derecho Positivo sin anclaje alguno con la moralidad, puede determinar que la norma jurídica establezca obligaciones incompatibles con la ética, y por lo tanto, injustas. Del mismo modo que la forma no puede desligarse del fondo sin incurrir en fraude, en mera apariencia, la ley no puede ser ajena a la ética, y esos dos mundos en principio diferentes deben tener su punto de conexión, para evitar tanto que la norma positiva legitime actuaciones y obligaciones contrarias a la moral, como que el Derecho Natural se convierta en una mera entelequia, una narrativa sin virtualidad alguna para producir un efecto general, propio del Derecho y necesario ante la laxitud y la irresponsabilidad en su cumplimiento real. Pero, en todo caso, ha de ser la ética, e incluso el sentido común, lo prevalente en caso de conflicto, de modo que ninguna ley puede ser contraria a la moral.
Y estos principios del pensamiento estoico, aplicados al fenómeno jurídico, son necesarios para su auténtica legitimidad: la búsqueda del último bien de la sociedad; ello, a pesar de la dureza con la que el emperador miraba a su maestro, en una metáfora de lo que acontecería en los tiempos venideros.
"Lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad”


Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación