lunes, 1 de julio de 2019

Carl G. Jung: la sombra humana proyectada en el Derecho y el Estado


Carl Gustav Jung (1875-1961) fue un médico psiquiatra, psicólogo y ensayista nacido en Suiza que elaboró una teoría del ser humano adentrada en el inconsciente, considerando que el verdadero motor de la vida individual y social se encuentra en lo más profundo de la personalidad, en aquellos aspectos de la misma que, aun cuando no afloran en lo cotidiano, supeditan y determinan las relaciones intersubjetivas, cristalizando en instituciones y en una serie de normas jurídicas que vienen a reflejar en cierta forma, y también a actuar como mecanismos de contención, de los aspectos más recónditos de la humanidad.

Para Jung, en el inconsciente se encuentran todos aquellos aspectos negativos del ser humano de los que éste reniega y considera como algo que no debe trascender. Es decir, en el aspecto más profundo de la psique humana se encuentra un reflejo oscuro de la persona, su sombra. Y así como existe un inconsciente individual, junto con él aparece en la teoría de Jung el llamado inconsciente colectivo, una suma a priori de todos los inconscientes individuales pero dotado de singularidad, conformando de este modo el inconsciente de la masa social. Este inconsciente colectivo es el responsable de la generación de los “arquetipos”, los conceptos generales que rigen la actuación humana en sociedad: castigo, pena, delito, Estado, poder, etc.

De este modo, el Estado aparece como una entidad poderosa y arquetípica generada por la sociedad, en lo más profundo de su inconsciente, y asimilada por todos los individuos que la integran como parte del suyo propio, pues el arquetipo se encuentra inserto en cada ser humano, siendo así que los conceptos de poder, de norma o de Estado, no son ajenos a ningún individuo, los comprende en su base, vienen en cierta forma con él. El surgimiento del Estado y de las normas, el Derecho, que regulan su actividad y por ende la de todos los individuos, se residencia en un criterio de imputación que nace en los propios individuos y desde ellos la sociedad lo traslada al concepto de Estado, y es que aquella sombra conformada por todo lo negativo del hombre, por todas sus debilidades y vicios, lleva también consigo el rechazo de la asunción de responsabilidades, de modo que esa parte oscura del individuo y de la sociedad se atribuye a una entelequia, al Estado, con un doble fin: primero, imputarle todas las consecuencias de la manifestación de la sombra, y segundo, convertir al Estado también en el causante de dictar las normas de contención y castigo de esas manifestaciones perversas; en definitiva, convertir al Estado en un necesario padre de la sociedad, en el que volcar todas las responsabilidades y los reproches, tanto de las consecuencias de los actos como de los castigos impuestos, justificándose así los conceptos de Estado y de Derecho.

Esta noción paternalista del Estado, aquí obtenida desde la psicología profunda del inconsciente, ya se dejó ver tanto en la filosofía de Nietzsche como en el pensamiento psicológico de Freud, recordando como aquel pensador manifestaba que el concepto de superhombre, vinculado a la muerte de Dios, se materializa cuando el ser humano asume sus debilidades y responsabilidades y deja de reprochar las consecuencias de sus actos a figuras ideales, metafóricas o arquetípicas que su mente (en el caso de Jung, el inconsciente, en el caso de Freud, el superyó) crea a modo de baliza de salvación, llámense Dios o Estado.

La superación de estas severas limitaciones, que así son consideradas por los tres pensadores, implica además la tarea titánica de trascender al propio inconsciente colectivo, que es el generador de los arquetipos, por lo que el ser humano que lo consiga, y con él la sociedad que siga su estela, alcanzará un estado superior de convivencia en el que ya no será preciso un Estado padre ni un Derecho que restrinja el normal desenvolvimiento social, pues ambos serían la necesaria consecuencia de la proyección de una sombra humana que habría dejado de existir.
  
“No es posible despertar a la conciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina imaginando figuras de luz, sino por hacer consciente la oscuridad”.




Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación