Carl Gustav Jung (1875-1961)
fue un médico psiquiatra, psicólogo y ensayista nacido en Suiza que elaboró una
teoría del ser humano adentrada en el inconsciente, considerando que el
verdadero motor de la vida individual y social se encuentra en lo más profundo
de la personalidad, en aquellos aspectos de la misma que, aun cuando no afloran
en lo cotidiano, supeditan y determinan las relaciones intersubjetivas,
cristalizando en instituciones y en una serie de normas jurídicas que vienen a
reflejar en cierta forma, y también a actuar como mecanismos de contención, de
los aspectos más recónditos de la humanidad.
Para Jung, en el
inconsciente se encuentran todos aquellos aspectos negativos del ser humano de
los que éste reniega y considera como algo que no debe trascender. Es decir, en
el aspecto más profundo de la psique humana se encuentra un reflejo oscuro de
la persona, su sombra. Y así como existe un inconsciente individual, junto con
él aparece en la teoría de Jung el llamado inconsciente colectivo, una suma a
priori de todos los inconscientes individuales pero dotado de singularidad,
conformando de este modo el inconsciente de la masa social. Este inconsciente
colectivo es el responsable de la generación de los “arquetipos”, los conceptos
generales que rigen la actuación humana en sociedad: castigo, pena, delito,
Estado, poder, etc.
De este modo, el Estado
aparece como una entidad poderosa y arquetípica generada por la sociedad, en lo
más profundo de su inconsciente, y asimilada por todos los individuos que la
integran como parte del suyo propio, pues el arquetipo se encuentra inserto en
cada ser humano, siendo así que los conceptos de poder, de norma o de Estado,
no son ajenos a ningún individuo, los comprende en su base, vienen en cierta
forma con él. El surgimiento del Estado y de las normas, el Derecho, que
regulan su actividad y por ende la de todos los individuos, se residencia en un
criterio de imputación que nace en los propios individuos y desde ellos la
sociedad lo traslada al concepto de Estado, y es que aquella sombra conformada
por todo lo negativo del hombre, por todas sus debilidades y vicios, lleva
también consigo el rechazo de la asunción de responsabilidades, de modo que esa
parte oscura del individuo y de la sociedad se atribuye a una entelequia, al
Estado, con un doble fin: primero, imputarle todas las consecuencias de la
manifestación de la sombra, y segundo, convertir al Estado también en el
causante de dictar las normas de contención y castigo de esas manifestaciones
perversas; en definitiva, convertir al Estado en un necesario padre de la
sociedad, en el que volcar todas las responsabilidades y los reproches, tanto
de las consecuencias de los actos como de los castigos impuestos, justificándose
así los conceptos de Estado y de Derecho.
Esta noción paternalista
del Estado, aquí obtenida desde la psicología profunda del inconsciente, ya se
dejó ver tanto en la filosofía de Nietzsche como en el pensamiento psicológico
de Freud, recordando como aquel pensador manifestaba que el concepto de
superhombre, vinculado a la muerte de Dios, se materializa cuando el ser humano
asume sus debilidades y responsabilidades y deja de reprochar las consecuencias
de sus actos a figuras ideales, metafóricas o arquetípicas que su mente (en el
caso de Jung, el inconsciente, en el caso de Freud, el superyó) crea a modo de
baliza de salvación, llámense Dios o Estado.
La superación de estas
severas limitaciones, que así son consideradas por los tres pensadores, implica
además la tarea titánica de trascender al propio inconsciente colectivo, que es
el generador de los arquetipos, por lo que el ser humano que lo consiga, y con
él la sociedad que siga su estela, alcanzará un estado superior de convivencia
en el que ya no será preciso un Estado padre ni un Derecho que restrinja el
normal desenvolvimiento social, pues ambos serían la necesaria consecuencia de
la proyección de una sombra humana que habría dejado de existir.
“No es posible despertar a la conciencia sin dolor. La gente es capaz de
hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su
propia alma. Nadie se ilumina imaginando figuras de luz, sino por hacer
consciente la oscuridad”.
Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
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