Con el paso de los años, me resulta cada vez más imprescindible ver el mar.
Simplemente observar el horizonte marítimo. A cualquier hora del día. La contemplación del Océano Atlántico, acompañado del apacible sonido del oleaje y de las gaviotas desde el amanecer en la ciudad portuaria reconfortan el espíritu, ayudan a organizar los pensamientos y a reconstituir, desde luego, la fuerza anímica y física con la que emprender las gratificantes y laboriosas tareas encomendadas.
En agosto, somos muchos los que necesitamos un aporte de descanso, sí...y también de auténtico deleite.
¿Y si el mismo señor de los mares aprovechara este mes para organizar una fiesta universal de criaturas míticas y seres humanos emprendiendo una travesía desde las profundidades de sus dominios hasta la superficie de la tierra? ¿Quién rechazaría su oferta? La música empieza a escucharse y los corceles marinos comienzan a emerger de las aguas...
Vídeo: Tribute to the Seas - Homenaje a los mares (Diego García Paz) Música: See the Sun (Matt Darey)
Cuestión muy discutida desde que el hombre empezó a pensar y a considerarse el ser más aventajado de la creación fue lo referente al concepto de eternidad. Existe una aspiración, una necesidad de creer que somos por esencia trascendentes, seres ilimitados, insertos en un mundo temporal de mera apariencia, una auténtica caverna platónica en la que observamos sombras proyectadas en el lienzo de lo que consideramos la realidad y que no son sino un desvirtuado reflejo de la verdad, de lo que debe ser la auténtica vida, muy superior en belleza y bondad a lo que nuestras formas físicas de percepción nos permiten escudriñar.
A partir de este punto, las orientaciones son muy diversas. Para unos, el mundo sensible es, en efecto, una experiencia, una antesala bastante reducida, en cuanto a sus virtudes, de la eternidad, regida por un ser superior. Para otros, tal esperanza es inexistente; la realidad es ésta y cualquier consideración filosófica o teológica en otro sentido se enmarcaría en el mito o la leyenda.
Desde un punto de vista personal, considero que ha de partirse de nuestra esencial limitación biológica. Siendo seres dotados de una espectacular maquinaria natural, es incurrir en soberbia creer que podemos dar una respuesta a todo. Hay cosas que simplemente nos superan, no estamos capacitados para razonar sobre temas cuyas premisas lógicas más elementales no cuadran en silogismo alguno. La imaginación puede ser lo que nos aproxime más a visualizar, que no a entender, la existencia de otros mundos. Pensar en la idea del universo, que sin duda existe, y llegar a concebirlo como infinito es movernos dentro de conceptos teóricos, pero no somos capaces de visualizar su verdad, su realidad. Es superior a nosotros. Es esperanzador.
Ahora bien, hay una nota, un elemento, en el que coincidimos tanto quienes tenemos unas creencias en orden a la inmortalidad, como aquéllos que manifiestan reconocer, no sin valentía, su levedad temporal y la fatalidad inherente a la naturaleza: queremos ser recordados.
El recuerdo es inmortalidad. Aquél que transita las sendas del olvido, sin ser alguno que pueda narrar su vida, su obra, definitivamente desaparece.
Creo que por esta razón, creyentes o no, debe reconocerse que nadie quiere realmente desaparecer de los recuerdos. Incluso considerando la existencia de una vida eterna, plena, feliz, el permanecer en la memoria de las personas que han podido conocernos, o saber de nosotros al menos referencialmente, nos hace inmortales.
El Doctor Paz Varela
Ahora en Madrid, el recuerdo indeleble del Doctor Paz Varela, mi bisabuelo, así como de mi abuelo Pío, se consolida en su eternidad a través de la creación del Instituto que lleva su nombre y del que me enorgullezco de formar parte pudiendo contribuir humildemente a esa proyección del saber y de la filantropía propia de aquella docta persona, médico de la Armada y de todos los porriñeses, que dio su vida por salvar a un paciente.Más allá de que yo considere que ellos puedan ser conscientes de estas iniciativas, la inmortalidad es ésto: el cariñoso recuerdo más allá de los años, más allá del tiempo.
¿Quién quiere vivir para siempre?
Vídeo: Who wants to live forever? Homenaje a Highlander (Diego García Paz) Música: Luz de Domingo (Hevia)
A través de estas líneas que tengo la oportunidad de ofrecer a todo aquél que cuente con interés y paciencia en seguirme, y sobre todo por medio de la imagen, que considero una de las formas más precisas de manifestar la impresión del mundo, los sentimientos que un ser humano puede albergar al contemplar los lugares de su vida, he descrito cómo los leoneses siempre hemos sido recios y nobles guerreros, grandes luchadores, auténticos fénix en muchos aspectos. Creo, y así lo he intentado reflejar, que esa impronta bondadosa, valiente, es eterna e inmortal, y está tanto en nuestros queridos reyes del pasado, como en las buenas gentes de hoy. De ahí su naturaleza imperecedera, que sin duda nace también de un digno espíritu de emulación.
El tiempo pasa, y con él muchas historias. Personas que se van de nuestras vidas; otras cercanas que se unen en un vínculo arraigado en el verdadero amor, que dejan atrás su infancia y juventud para asumir roles de gran responsabilidad, para sí mismos y para los que vendrán; experiencias novedosas y cruciales en la vida que marcan auténticos hitos existenciales. Por ellos brindo ahora también y celebro esas nuevas noticias y un futuro lleno de esperanza, que desde luego es necesario.
Además de las vicisitudes particulares de cada uno, es verdad que somos originales y desde luego pioneros en aspectos que no son en absoluto desdeñables. Personalmente me agrada y me produce un sentir especial transitar por las inmediaciones de la basílica de San Isidoro, escenario en mi caso de muchos cuentos y relatos, escritos durante toda una vida, que han producido en mí esa visión hasta cierto punto épica y con un tinte melancólico, de los entornos de nuestra tierra. Ahora que se ha reconocido la importancia de este lugar como germen del parlamentarismo, aportando luz de progreso en aquellos tiempos de penumbra medieval, a mi querer como ciudadano y leonés de esta zona, se agrega el orgullo como jurista que soy.
Vídeo: León, Cradle of Democracy (Diego García Paz) Música: Labyrinth entrance (Oscar Araujo)
Existe un mundo entre la realidad y los sueños más perturbadores.
Un espacio intermedio entre lo que estimamos como cierto, nuestra percepción de lo que nos rodea, y aquél otro lugar, que ha recibido múltiples nombres.
En cualquier momento, en cualquier situación, es posible que la conexión entre lo cotidiano y lo onírico comience a manifestarse, sin condicionamiento a factor alguno que podamos controlar ni prever, obrando con una absoluta libertad.
El sonido similar a una trompeta, que algunos interpretan como una sirena,de procedencia incierta, es la antesala del cambio. Las imágenes empiezan a distorsionarse, a adquirir contornos desconocidos. Lugares antes habituales, familiares, se tornan en inquietantes parajes.
Desde los campos hasta la ciudad, cada elemento del entorno comienza a integrar un escenario monocromático en el que se perciben sonidos, presencias, movimientos de lo que creemos inerte desde nuestra apreciación.
Las prolongadas calles se contraen, rotan sobre sí mismas, hasta presentar un nuevo aspecto. Y al final de una de ellas, una figura comienza a hacerse visible...
Este lugar, este puente entre dos orillas, es "mi valle silencioso".
Vídeo: My Silent Hill (Diego García Paz) Música: Tema de Laura (Akira Yamaoka)
Es indiscutible que nuestro país ha forjado personajes que, en unos casos trascendiendo su importante realidad histórica y en otros sentando episodios surgidos de talentos creativos eternos de grandes autores, se encuadran en el lugar de la leyenda.
Me gustaría realizar una breve reflexión sobre la figura de Don Alonso Quijano, aquel hidalgo de Castilla que con la lectura de los libros de gestas heroicas, se consideró un caballero andante, un paladín de la bondad y de la Justicia, en definitiva, un bienhechor, al que no pocos le dieron el calificativo de loco: Don Quijote de la Mancha.
¿Por qué en la actualidad (y prácticamente desde siempre) se confunde el idealismo con la excentricidad y en cierto modo con la carencia de sensatez? En múltiples ocasiones lo que nos impulsa a realizar actos de entrega, de sacrificio o de renuncia a nuestros propios intereses no es sino la mentalidad quijotesca ante la vida. Abandonar esta forma de ver las situaciones cotidianas es tanto como pretender dotar de veracidad a lo incierto. Todos hemos tenido que luchar contra molinos de viento, con victorias o derrotas según el caso de cada uno, mas sólo con la impronta propia de un Quijote se puede afrontar esa inevitable lucha con valentía y coraje. El concepto de Justicia es igualmente un ideal, por ella merece la pena entrar en batalla, litigar en pro del bien que de aquél alto concepto emana. El amor...¿es posible afirmar que no sino como un auténtico Alonso Quijano pueden plantearse y fructificar historias vinculadas a los sentimientos, que lo son, en todo caso, de idealización en su base y por las cuales se efectúan actos inimaginables? Toda relación de amor es el reflejo de la historia del Quijote y Dulcinea, o de Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, y Doña Jimena, quienes descansan juntos por siempre bajo el crucero del sacro lugar burgalés.
Valentía, Justicia, amor...son muy altos principios que sólo desde un nivel superior al empírico pueden llevarse a la práctica, e implican un imprescindible componente idealista. El que escribe estas líneas no es en absoluto partícipe del calificativo de "antihéroe" que más de una vez se predica del caballero de La Mancha. Sólo los héroes pueden ser adalides de la valentía y de la justicia auténticas,sólo ellos son los emblemas de la bondad. Si para intentar emular esas enseñanzas cervantinas se atribuye a alguien el calificativo de loco, bienvenido sea.
"Si alguna vez, amigo Sancho, doblegas la vara de la Justicia, que sea no por el peso de la dádiva, sino por el de la misericordia."
Vídeo: Los legendarios héroes de España (Diego García Paz) Música: The Ice titan (Oscar Araujo)
La antigua cárcel de la ciudad contempla silente cómo la vida de los ciudadanos discurre en sus inmediaciones.
Desde sus históricos muros, otrora lugar de castigo y pena, transformados hoy en reducto del saber y la cultura, las vicisitudes humanas han configurado escenas que dotan de una impronta especial al entorno leonés.
Del Arco al Jardín del Cid, un aire de melancolía caracteriza el tránsito. Son muchas las vidas que prácticamente desde su origen, e incluso antes, en remotas generaciones, se han construido en este emplazamiento, testigo por tanto de acontecimientos cruciales.
Al caer el día, el sonido de los pájaros que circundan las atalayas de la Cárcel acompaña un gris atardecer. Las nubes cubren y tiñen de oscuros tonos calles, árboles y sentimientos.
Comienza a llover.
Las gotas discurren entre las piedras de la vieja prisión y mojan la efigie de Pelayo. En ese momento, al alcanzar su rostro, su tonalidad cambia. Ya no se trata de lluvia.
Son lágrimas de sangre.
Vídeo: Lágrimas de Sangre - Barrio Romántico de León (Diego García Paz) Música: Bloody tears (piano)
Tan sólo se sentían los pasos del caminante. Su transitar era acompañado de la leve brisa del mar y de la puesta del sol en el horizonte, que teñía el entorno de un apacible color. Orientado por la tenue luz del final del día, contemplaba unas estructuras en piedra que configuraban un marco sin duda diseñado al margen del cincel humano. Caminos en roca, arcos celestes, túneles eternos que la marea, en su constante devenir, había generado no de una manera casual o caprichosa, sino con el fin de reflejar en la realidad tangible la existencia de otros mundos, de otros planos, únicamente perceptibles a través de los sentidos del soñador, de la vista de aquél que no limita su entendimiento a lo empírico.
Durante su travesía el visitante escuchaba un murmullo que se acrecentaba a medida que caminaba entre las solitarias rocas. Tuvo la necesidad de colocar su mano sobre la piedra y de cerrar los ojos, para así poder ver y sentir lo que realmente el lugar le transmitía. Percibió cómo la piedra se movía; cómo aquel sonido, atribuido a la brisa marina, se correspondía con una lengua, con palabras de unas grandes entidades que desde tiempo inmemorial habitaban aquel emplazamiento, y que con la resonancia del eco de sus voces, propiciaban el oleaje del mar que esculpía sus pieles. Eran criaturas que se construían a sí mismas, eternas y protectoras que la naturaleza creó para preservar y embellecer ese escenario.
El caminante abrió los ojos. Su convicción fue la de que todo aquel entorno estaba vivo, y supo que parte de su esencia había quedado impregnada en la roca, contribuyendo a la misma existencia de los seres. Parte de su alma quedó allí. Él era un coloso.
Aquella tierra mítica pasó a denominarse "Playa de las Catedrales".