Georg Philipp Friedrich von Hardenberg, conocido
como Novalis (1772-1801) fue una de las figuras más relevantes del romanticismo
alemán. Su vida estuvo marcada profundamente por una concepción trascendental
de la existencia, que plasmó en su obra poética, en especial en sus Himnos a la noche y en los Cantos espirituales. La muerte de su
jovencísima prometida originó en Novalis un estilo y pensamiento en el que la
luz que él podía aportar con su inteligencia hacía que realmente la oscuridad
tuviera un papel destacado, pues esa luz ponía de manifiesto la inmensidad de
un mar ominoso que la rodeaba y en cierto modo la justificaba, al no poder
existir la una sin la otra. Por ello, la noche, la oscuridad, la muerte, son en
Novalis el puente metafísico e imprescindible para llegar a la verdad, y su
canto se dirige a esa oscuridad inevitable que le permite alcanzar la esperanza
en una existencia última verdadera y feliz.
No puede esperarse en Novalis, por lo tanto, una
filosofía empírica o positivista. En absoluto; muy por el contrario, su
pensamiento se enmarca en el idealismo
mágico, contrapuesto a la razón estricta y a la lógica. Novalis es un poeta
y un filósofo, que rompe con el clásico planteamiento ilustrado en el que la
razón estricta es la rectora de todos los quehaceres del ser humano.
Los cantos a la oscuridad de Novalis, su romanticismo
trascendental, también se vislumbra en su concepción del Derecho. Debe tenerse
en cuenta que cursó estudios legales en Jena, y que una de sus obras, los Fragmentos, contiene, en forma de
aforismos, sus ideas sobre el fenómeno jurídico, de una manera críptica y
enigmática, abierta a interpretaciones, pero que sí permite apreciar la
metafísica aplicada las normas jurídicas, como fundamento final de su razón de
ser.
Dos de los fragmentos de Novalis son ilustrativos
de lo anterior:
“En nuestro sentido
jurídico la propiedad es solamente una noción positiva, es decir, que cesará
con el estado de barbarie. La propiedad es aquello que brinda la posibilidad de
exteriorizar la libertad en el mundo de los sentidos”.
Puede comprobarse que para el autor los conceptos
jurídicos clásicos (la propiedad es uno de ellos) están sujetos a la
materialidad, algo que considera impuro, y que su extinción tendrá lugar con el
propio fin del estado físico de la realidad tangible. Se trata de la
trasposición directa de sus Himnos a la
noche al ámbito jurídico: el canto a la oscuridad por ser el camino
inexorable que conduce a una feliz vida. Para Novalis esta realidad positiva es
bárbara, abrupta, un mero reflejo desvirtuado de una verdad superior. Por ello,
al afirmar que la propiedad permite exteriorizar la libertad en el mundo de los
sentidos, ratifica la limitación del concepto a lo estrictamente físico, y este
patente idealismo trae de vuelta al padre de esta forma de pensamiento: Platón y
su mítica caverna, en la que la realidad material o positiva es una mera
sombra, proyectada en la pared, de la verdadera existencia, en la que radican
los entes puros y superiores, por lo que el concepto de propiedad, para
Novalis, es algo que permite, con muchos límites, expresar un tímido reflejo de
libertad individual frente a la de los demás en el mundo sensible, a través de
una esfera propia e inatacable. Así, los imperativos categóricos kantianos se
circunscriben a la realidad material, avanzando Novalis con su pensamiento
hacia otro plano distinto, y la única forma de superar la barbarie en el mundo
físico, durante su vigencia, será mediante la entrada en él de valores
procedentes de esa dimensión superior e ideal de la existencia. Es esta una
cuestión importante para el Derecho, pues supone la apertura del sistema
jurídico a los principios de la ética, y solo mediante el enlace de la norma
jurídica positiva (reflejo de la verdad) con los valores iusnaturalistas (la
realidad trascendente) se obtendrá un Derecho dotado de legitimidad y de una
original potencia vinculante.
“La teoría del
Derecho no es más que lógica política. De la misma forma que la lógica no es
otra cosa que filosofía jurídica. La metafísica se comporta respecto a la lógica
como la ética respecto de la filosofía del Derecho”.
Un fragmento como el anterior concentra toda la
filosofía jurídica de Novalis, y no es sino la plasmación de la necesidad de
que la ética fundamente al Derecho. Nos encontramos ante la eterna dicotomía y
complemento entre el Derecho Natural y el Derecho Positivo. Novalis concibe las
normas positivas como elementos desprovistos de alma, en cierta forma huecos,
asentados en una lógica material y limitada, cuya importancia, legitimidad,
eficacia y auténtica razón de ser surgen en el momento en el que el factor
metafísico, el elemento ético, incide en el sistema jurídico positivo,
dotándole, siquiera sea de modo reflejo, de una grandeza que procede de un ámbito
superior al material, en el que se encuentran, entre otros, los principios
inmanentes y eternos del Derecho Natural. El autor concluye que el plano en el
que se hallan estos principios universales, aun siendo misterioso, ni está
lejos ni resulta ser ajeno a la naturaleza humana, pues radica en el interior
de la persona.
Todo el pensamiento de Novalis giró, en
definitiva, en torno a una verdad trascendente a la materia que dejó entrever
desde los prismas poético, filosófico y también jurídico, iniciando así un
movimiento literario esencial, como fue el romanticismo alemán; erigiéndose en
uno de sus miembros más ilustres, e incluso personalizándolo, al experimentar no
sólo la decisiva muerte de un ser querido, que tanto le marcó, sino al
abandonar él mismo este mundo a la temprana edad de 28 años.
“El camino
misterioso va hacia el interior. Es en nosotros, y no en otra parte, donde se
halla la eternidad de los mundos, el pasado y el futuro.”
“Cuando veas un gigante, examina antes la posición del sol; no vaya a ser la sombra de un pigmeo.”
Enlace al artículo publicado en Literatura Abierta, nº 7, noviembre de 2021, págs. 34-35:
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
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