sábado, 25 de mayo de 2013

Héroes

Es indiscutible que nuestro país ha forjado personajes que, en unos casos trascendiendo su importante realidad histórica y en otros sentando episodios surgidos de talentos creativos eternos de grandes autores, se encuadran en el lugar de la leyenda.

Me gustaría realizar una breve reflexión sobre la figura de Don Alonso Quijano, aquel hidalgo de Castilla que  con la lectura de los libros de gestas heroicas, se consideró un caballero andante, un paladín de la bondad y de la Justicia, en definitiva, un bienhechor, al que no pocos le dieron el calificativo de loco: Don Quijote de la Mancha.

¿Por qué en la actualidad (y prácticamente desde siempre) se confunde el idealismo con la excentricidad y en cierto modo con la carencia de sensatez? En múltiples ocasiones lo que nos impulsa a realizar actos de entrega, de sacrificio o de renuncia a nuestros propios intereses no es sino la mentalidad quijotesca ante la vida. Abandonar esta forma de ver las situaciones cotidianas es tanto como pretender dotar de veracidad a lo incierto. Todos hemos tenido que luchar contra molinos de viento, con victorias o derrotas según el caso de cada uno, mas sólo con la impronta propia de un Quijote se puede afrontar esa inevitable lucha con valentía y coraje. El concepto de Justicia es igualmente un ideal, por ella merece la pena entrar en batalla, litigar en pro del bien que de aquél alto concepto emana. El amor...¿es posible afirmar que no sino como un auténtico Alonso Quijano pueden plantearse y fructificar historias vinculadas a los sentimientos, que lo son, en todo caso, de idealización en su base y por las cuales se efectúan actos inimaginables? Toda relación de amor es el reflejo de la historia del Quijote y Dulcinea, o de Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, y Doña Jimena, quienes descansan juntos por siempre bajo el crucero del sacro lugar burgalés.

Valentía, Justicia, amor...son muy altos principios que sólo desde un nivel superior al empírico pueden llevarse a la práctica, e implican un imprescindible componente idealista. El que escribe estas líneas no es en absoluto partícipe del calificativo de "antihéroe" que más de una vez se predica del caballero de La Mancha. Sólo los héroes pueden ser adalides de la valentía y de la justicia auténticas,sólo ellos son los emblemas de la bondad. Si para intentar emular esas enseñanzas cervantinas se atribuye a alguien el calificativo de loco, bienvenido sea.

"Si alguna vez, amigo Sancho, doblegas la vara de la Justicia, que sea no por el peso de la dádiva, sino por el de la misericordia."


                           
                                  Vídeo: Los legendarios héroes de España (Diego García Paz)
                                                                            Música: The Ice titan (Oscar Araujo)



viernes, 10 de mayo de 2013

Lágrimas de sangre en el viejo León

La antigua cárcel de la ciudad contempla silente cómo la vida de los ciudadanos discurre en sus inmediaciones.

Desde sus históricos muros, otrora lugar de castigo y pena, transformados hoy en reducto del saber y la cultura, las vicisitudes humanas han configurado escenas que dotan de una impronta especial al entorno leonés. 

Del Arco al Jardín del Cid, un aire de melancolía caracteriza el tránsito. Son muchas las vidas que prácticamente desde su origen, e incluso antes, en remotas generaciones, se han construido en este emplazamiento, testigo por tanto de acontecimientos cruciales. 

Al caer el día, el sonido de los pájaros que circundan las atalayas de la Cárcel acompaña un gris atardecer. Las nubes cubren y tiñen de oscuros tonos calles, árboles y sentimientos.

Comienza a llover. 

Las gotas discurren entre las piedras de la vieja prisión y mojan la efigie de Pelayo. En ese momento, al alcanzar su rostro, su tonalidad cambia. Ya no se trata de lluvia.

Son lágrimas de sangre.
    
     
            
                                     Vídeo: Lágrimas de Sangre - Barrio Romántico de León (Diego García Paz)
                                                                                                Música: Bloody tears (piano)






miércoles, 1 de mayo de 2013

El Coloso

Tan sólo se sentían los pasos del caminante. Su transitar era acompañado de la leve brisa del mar y de la puesta del sol en el horizonte, que teñía el entorno de un apacible color.

Orientado por la tenue luz del final del día, contemplaba unas estructuras en piedra que configuraban un marco sin duda diseñado al margen del cincel humano. Caminos en roca, arcos celestes, túneles eternos que la marea, en su constante devenir, había generado no de una manera casual o caprichosa, sino con el fin de reflejar en la realidad tangible la existencia de otros mundos, de otros planos, únicamente perceptibles a través de los sentidos del soñador, de la vista de aquél que no limita su entendimiento a lo empírico.

Durante su travesía el visitante escuchaba un murmullo que se acrecentaba a medida que caminaba entre las solitarias rocas. Tuvo la necesidad de colocar su mano sobre la piedra y de cerrar los ojos, para así poder ver y sentir lo que realmente el lugar le transmitía. Percibió cómo la piedra se movía; cómo aquel sonido, atribuido a la brisa marina, se correspondía con una lengua, con palabras de unas grandes entidades que desde tiempo inmemorial habitaban aquel emplazamiento, y que con la resonancia del eco de sus voces, propiciaban el oleaje del mar que esculpía sus pieles. Eran criaturas que se construían a sí mismas, eternas y protectoras que la naturaleza creó para preservar y embellecer ese escenario.

El caminante abrió los ojos. Su convicción fue la de que todo aquel entorno estaba vivo, y supo que parte de su esencia había quedado impregnada en la roca, contribuyendo a la misma existencia de los seres. Parte de su alma quedó allí. Él era un coloso.

Aquella tierra mítica pasó a denominarse "Playa de las Catedrales".


Vídeo: El Coloso (Diego García Paz)
Música: La búsqueda de Ianna (Zero Project)




miércoles, 17 de abril de 2013

Un emperador que volvía a su trono

Ciertas historias deben permanecer ocultas, escondidas. Son relatos tan tristes como, al mismo tiempo, expresivos de fortaleza y sugerentes de una reflexión para aquéllos que a bien tengan recibir su mensaje.

El emperador veía trascurrir el tiempo entre los hermosos muros de la Catedral. El devenir de los años, de las vicisitudes, de las experiencias, había transformado su esencia en sombra. Sólo la luz filtrada a través de las vidrieras del sacro lugar aplacaba la penumbra y la furia crecientes de su sentir.

En numerosas ocasiones era llamado a la batalla, abandonando su sede y recorriendo brumosas tierras, yermos campos, pronunciadas cumbres, en los que se aventuraba con mapas y hojas de ruta dibujados por inexpertas manos, cuando no con trazos envenenados. La traición de los suyos, la soledad en la lucha y las cobardes e injuriosas imputaciones fueron las premisas determinantes de su habitual retorno al trono. El lugar que albergaba su reposo fue escondido en un recóndito emplazamiento del templo, siendo alejado de todo contacto con sus semejantes, en un destierro al que comenzó a acostumbrarse e incluso a disfrutar. No se pronunciaba el nombre del emperador en público, pues una combinación de miedo y vergüenza, enmascarados en un falso olvido, eran las auténticas razones del silencio de las umbrías conciencias.

Del repudiado emperador nunca más se volvió a saber. Parece ser que no se le ha vuelto a sentir transitando los vetustos muros catedralicios. Algunos antiguos y escasos textos afirman que "el olvidado", como se le cita en los documentos, obtuvo la victoria final en su batalla, si bien otros legajos manifiestan que aún permanece en cierta forma vinculado al lugar que durante un eterno periodo fue testigo de sus hechos. No obstante, a través de recientes investigaciones, empleando técnicas respetuosas con la arquitectura de la Catedral, basadas en tecnología avanzada, se ha descubierto que en la parte más elevada del templo, cerca del rosetón oeste, existe una especie de capilla,hasta hoy desconocida y oculta tras un muro de más reciente construcción,en la que parece captarse, a través de las imágenes obtenidas, como si en su interior se encontrase una majestuosa estructura en forma de trono. ¿A quién espera...? 



Vídeo: "Armonía de la desesperanza" (Diego García Paz)
Música: "The dead bog" (Oscar Araujo)

jueves, 4 de abril de 2013

El legendario caballero de la Catedral

La Catedral de León es, sin duda alguna, un lugar dotado de una fuerza y un magnetismo especiales. Sus artífices pretendieron levantar un edificio que directamente emplazase al visitante a otra dimensión, más elevada, a través de la luz tamizada por el color sobre la inerte piedra.

Existe una muy antigua historia, desconocida para muchos, que habla precisamente de cómo lo inerte vuelve a la vida a través de la luz y de una llamada, una voz, que desde tiempo inmemorial, es escuchada en  los momentos de mayor inquietud y temor.         

El sepulcro del rey Ordoño II se caracteriza por su extraordinaria belleza. Tras el Altar Mayor se puede observar la figura recostada de nuestro querido rey, rodeado de ricos relieves policromados.La peculiaridad de la tumba del monarca es el resaltar, el sobresalir de entre todas las demás de la Catedral que, discretas, se sujetan al devenir de los siglos en el silencio y la quietud que propicia su inadvertencia para quien transita el templo.

Los reyes de León han sido un ejemplo de fortaleza y justicia. Por ello, no debería sorprender que su esencia quedase por siempre reflejada de una manera especial en el lugar donde descansan. Mas el detalle, las inscripciones grabadas sobre la piedra en lengua clásica, la referida policromía, el arco que enmarca el sueño real, que más que un mero ornato asemeja una puerta, un pórtico...en definitiva, la impronta del sepulcro tiene un sentido más allá del tributo a quien fuera el recordado y querido rey leonés. La valentía y la bondad son inmortales.

               "Yo soy la voz del pasado,
                la voz que siempre existirá,
                llenos fueron mis campos de sangre en la batalla,
                tráenos la paz de tus tiempos,
                mis heridas contigo se curarán"


             
                                                      Resurrection (Diego García Paz)
                                                                                        Musica: The voice (Celtic Woman)


martes, 26 de marzo de 2013

La procesión emblemática: Los Pasos, video-homenaje


   
El Señor de León 

El Viernes Santo de León desprende una impronta especial desde el amanecer. El relato de una historia decisiva, que constituye el fundamento de múltiples acontecimientos posteriores en la humanidad, cobra vida en su solemne devenir por las angostas vías de la antigua ciudad.

En efecto, no puede sino afirmarse que la sensación, como mero espectador o bien como componente activo de la Procesión de los Pasos es que ahí, en esa representación escénica, se trasciende lo inmaterial y se manifiesta vida. La belleza artística de las imágenes, la sublime decoración floral de cada paso, el aroma del incienso, la impecable organización y la sensibilidad de los hermanos, vinculados al acto tanto por afecto personal  a lo que en él se representa como por el arraigo familiar con el mismo, consiguen dotar de vida a todo el cortejo, de principio a fin. La canalización de estas emociones insufla alma a la procesión y la dota de esencia propia, en definitiva, le otorga existencia. Creo que mejor tributo no puede darse a Quien, con sus hechos, infundió esperanza en la eternidad, por cuanto la mencionada eternidad se vislumbra cada Vienes Santo.

Las palabras, y más tratándose de asuntos de atañen a la emoción y a los sentimientos, son un reflejo muy difuso de lo que se pretende manifestar. En la Procesión de los Pasos no hay palabras, pero qué duda cabe que son innecesarias. Por éso, es la imagen el elemento que debe plasmar todo lo que se expresa y siente en esta Procesión, que para mí es un camino de inicial penumbra pero con un trasfondo grandioso, un iter de la oscuridad al color.


                                               Los Pasos (Fotografías y vídeo: Diego García Paz)



sábado, 16 de febrero de 2013

Once de febrero

-"Estoy en el límite de mis fuerzas. La incapacidad para regir correctamente este barco conlleva mi renuncia a la Sede de Pedro en beneficio de aquél que el Colegio Cardenalicio estime más idóneo."

La resonancia de estas palabras, emitidas en lengua clásica, produjo una gran inquietud a nivel planetario. La renuncia de un Papa era un acontecimiento inesperado, infrecuente; desde Celestino V no se había producido una decisión de semejante trascendencia. Frente a quienes apelaban a la sensatez y humanidad del Santo Padre, un intelectual que pasó a la historia como el "Papa Filósofo", otros levantaban grandes suspicacias en orden a las causas de la renuncia. Las sospechas sobre un mal inserto en la misma raíz del Vaticano comenzaron a proliferar, alimentadas por las consabidas visiones de futuro de San Malaquías y por las propias sentencias del Pontífice en los últimos días de su mandato, en las que aludía a múltiples tensiones internas, luchas de poder y propuestas extrañas de candidatos a la Sede, próxima a quedar vacante. Un estado que resultaba ingobernable y auguraba un oscuro devenir para la Institución.

No fueron pocos los que manifestaron que la llamada renuncia Papal no era sino un artificio, promovido por el propio Papa y sus más fieles cardenales en orden a evitar que el procedimiento canónico de elección del nuevo sucesor de Pedro tuviera lugar por los cauces ordinarios, al fallecimiento del Papa. Si el Cónclave tenía lugar en ese tiempo, y se celebraba conforme a las reglas tradicionales, el fruto de la selección, la persona elegida, según todas las consultas que en secreto se habían llevado tanto por los cardenales más fieles como por el propio Santo Padre, no sería un representante de la Santidad. Las claras disensiones, pugnas, luchas, traiciones que azotaban desde hace años el Vaticano y que habían conllevado a un manifiesto descrédito social de la Institución, producirían un resultado perverso. El tablero para el nombramiento de la sombra estaba preparado.Sería el último Papa, un ser profetizado como maligno y destructor del Mensaje.

La intención verdadera del propio Santo Padre era no esperar a su fallecimiento, sino anticipar la elección para con ello producir una alteración del procedimiento ordinario previsto en el Código de Derecho Canónico, sabedor que era del infame destino que a la humanidad aguardaría si los cardenales se reunían en  esas condiciones y surgía un candidato. La propuesta de los leales al Papa, que a día de hoy se ha sabido que integraron un grupo llamado la Hermandad de la Luz, compuesto por varios cardenales y fieles, era proceder a designar como Papa a un simple cristiano, un fiel desconocido de un país y residencia insospechadas que asumiera el rol del sucesor de Pedro, y así eludir la infamia que se cernía sobre la Institución y sobre la humanidad.

Los posibles candidatos debían haber nacido un once de febrero. La fecha de la renuncia Papal no era fortuita; los estudios que en secreto se habían llevado a cabo imponían la necesidad de instituir Papa a un varón nacido en esa fecha. Aunque las razones de fondo no han trascendido en orden a la simbología del día once del segundo mes del año, es un hecho que la Hermandad contactó con varias personas cristianas de todo el mundo, en una carrera contrarreloj para evitar la reunión ordinaria del cuerpo cardenalicio. Tras una búsqueda desesperada, la decisión se tomó: el nuevo Papa habría de ser un español, oriundo de una tierra de reyes y en su forma, piadoso. Habría de permanecer oculto hasta el momento de ser nombrado Pontífice.
         
Para evitar cualquier tipo de filtración, los representantes laicos de la Hermandad se presentaron en el domicilio del elegido, con el que previamente habían contactado. Esa persona asumió la carga que se le ofrecía, aún a pesar de su inexperiencia, en aras a cumplir una auténtica tarea de salvación. Fue preguntado por el nombre que quisiera adoptar, que los libros de historia recogieron para siempre: Petrus Clodoveo I Legionensis.

Una vez que el Papa, aún en la Sede por cuanto todavía no había llegado la fecha por él fijada para abandonar su cargo, tuvo noticia del nombre adoptado por su sucesor, se postró de rodillas en la Basílica de San Pedro y se santiguó. Sobre el altar, un facsímil de las profecías de San Malaquías con un nombre subrayado: Pedro. El último Papa se llamaría Pedro.

Al mismo tiempo que en España un joven y piadoso cristiano esbozaba una sonrisa, un rayo cruzó los cielos italianos impactando en la cúpula de la Basílica de San Pedro.

Era el 11 de febrero de 2013. Un día para la historia.


Tormenta sobre el Vaticano. 11 de febrero de 2013.