Kratos es un personaje de ficción, protagonista
de la saga de videojuegos God of War, cuya primera entrega data de 2005; por lo
tanto, son ya veinte años conociendo las aventuras de este singular guerrero
espartano, con episodios que se siguen sucediendo hasta la actualidad. La
historia de Kratos tiene importantes referencias a los mitos clásicos griegos,
si bien con componentes dramáticos que recuerdan a obras de Shakespeare o de Goethe,
por su desarrollo y giros argumentales.
Kratos, pese a ser un magnífico guerrero en la
defensa de Esparta, a punto de sucumbir en combate, se encomendó al dios de la
guerra Ares, quien en ese momento le otorgó una fuerza ciega y desbocada,
acabando con todos los que se le pusieron enfrente, incluso con su propia mujer
e hija, a los que en su locura no pudo distinguir de los enemigos. Desde ese
momento, Kratos renegó de los dioses del Olimpo, se consideró engañado y
utilizado por ellos y la venganza fue su único motivo para seguir viviendo; su
cuerpo se cubrió con las cenizas de su casa y familia, y se trazó automáticamente
en su piel una franja de color rojo sangre, convirtiéndose en el denominado “fantasma
de Esparta” y jurando dar muerte al dios Ares y tras él a todos los integrantes
del Olimpo. Ya no existía razón alguna, sino furia, rabia y pura sed de
venganza.
Kratos se encuentra solo en su camino hacia
Ares, a quien consigue matar con una cierta, aunque interesada, ayuda de la
diosa Atenea y él ocupa su lugar, como un nuevo dios de la guerra. Desde ese
punto, empieza a escalar el monte Olimpo con la ayuda de los titanes y se
enfrenta a todo tipo de criaturas mitológicas que Zeus le pone a modo de
barreras o cortafuegos, dando finalmente muerte a Helios, a Poseidón, a Hares,
a Hera, a Hefesto, a Hermes, a la propia Atenea -pues descubre que su aparente
ayuda lo fue con la finalidad de que Kratos se posicionara en la guerra
existente desde tiempo inmemorial entre el Olimpo y los titanes, que habían
sido desterrados por Zeus- y así hasta llegar al propio dios del rayo, dando
con ello cumplimiento a la razón de su existencia, para finalmente él mismo
acabar con su propia vida para evitar que todo el poder que había acumulado
muerte tras muerte le convirtiera en un tirano peor aún que aquellos a los
que había aniquilado, derramando toda su energía y poder sobre las tierras y
ciudadanos del mundo, si bien en la última escena de esta línea argumental
basada en la mitología griega se ve como en el lugar en el que el cadáver de
Kratos había quedado éste ya no estaba ahí, y en aquella tierra una silueta
dibujada en el suelo del Ave Fénix, acompañada de un plano de cámara hacia un
acantilado y el mar, daban a entender que su sacrificio fue también una
redención personal y que ello le hizo merecedor de otra oportunidad.
Son dos los planteamientos filosóficos que
pueden extraerse de estas aventuras, que permiten despertar el interés, para
quien no la conozca, en la espléndida e interesante mitología griega, recogiendo
el sentido auténtico de la misma, que no era otro que el tratar de explicar
metafóricamente la realidad de la condición humana, con sus bondades y sus
muchas oscuridades, antes incluso del desarrollo del pensamiento racional y
crítico.
En primer lugar, el sentido de la justicia de
Kratos. Nuestro guerrero espartano es un ser ominoso, no podemos considerarlo
como alguien que actúe con objetividad ni con mesura. Él mismo crea sus normas
y las aplica, sobre la base de sentimientos brutales, que pueden ser
comprendidos desde una perspectiva humana, pues nos encontramos frente a dos
hechos difícilmente superables en malignidad: la muerte de sus seres queridos, por un lado, y ésta sobre la base de una traición con fines políticos, al fin y al cabo, pues Kratos
era quien menos importaba en todo lo que ocurría, ya que la batalla real se
libraba a otro nivel. Él fue solamente un instrumento del poder. No obstante,
la justicia que aplicó de propia mano se separó del parámetro que la
fundamenta, que no es otro que la imparcialidad. Quien tiene una moralidad
pervertida (por la razón que sea, aunque se llegue a entender humanamente en
ciertos casos) no puede erigirse nunca en hacedor de normas ni en el impartidor
de justicia, bien por sí mismo o bien eliminando a quienes pueden hacerlo de
forma objetiva, o influyendo sobre ellos para que se decanten a su favor. Por
lo tanto, es un ejemplo más de la necesaria unión de ética y ley para llegar a
la Justicia auténtica, ya que una moral basada en la venganza implicará un
ajusticiamiento, y a quien así obre en un justiciero, pero no será una genuina
Justicia objetiva e imparcial, mejor que el ojo por ojo, y base de lo que se
entiende por civilización. No olvidemos lo que desde la filosofía estoica o
incluso desde el cristianismo se expresa: la mejor forma de responder al
enemigo es no parecerse jamás a él, ni en las formas ni en el fondo. La
victoria será aún mayor, pues se demostrará una grandeza aplastante. Un Derecho
creado y aplicado por quienes solo actúen movidos por sus ambiciones, vicios y ánimos
derivará en una mera forma o apariencia de legalidad, pero en modo alguno será
Justicia.
Y a ello hay que añadir otra cuestión relevante: la redención personal. Durante su travesía de brutalidad y muerte, Kratos va tomando consciencia de lo que hace. Y al finalizar su misión, él mismo se quita la vida. Hay un cambio ético en nuestro personaje. Sabe que no ha hecho algo positivo, y tampoco quiere convertirse él mismo en aquello que aborrece, al quedar como el único dios con poder sobre el mundo. Quiere devolverle todo al pueblo, y que su fuerza y energía combinada con la de todos los dioses que ahora porta en su interior reconstruya un mundo devastado por la batalla y otorgue a los ciudadanos la capacidad para regir sus propias vidas. Se trata de una última lección vital y con una moraleja importante: allí donde el poder reside, si se acumula en una sola persona o conjunto de personas, tiende a corromper a quienes lo detentan, generando tiranías, directas o veladas, con la única ambición de permanecer en el puesto, aún a costa del pueblo, al que someterán y utilizarán para sus exclusivos fines. Y salvo que quien detente el poder tenga principios éticos sólidos, que en ámbito político y público se basan en la sublimación del interés general sobre el propio, en el caso de no tener la altura ni la capacidad para tan alta y honorable tarea, mejor será reconocerlo y retirarse antes que aferrarse al sitio y llevar a sociedades enteras hacia el abismo.
“El pasado no define quien eres, solo prepara el
camino para lo que puedes llegar a ser.”
“Todos los líderes cometen errores. Los mejores
asumen la responsabilidad.”
“Yo solo soy lo que los dioses me hicieron ser.”
“Y a partir de ese momento durante el resto de
la eternidad, cada vez que los hombres cabalgaran hacia la batalla, por una
causa noble o malvada, lo harían bajo la atenta mirada del hombre que había
derrotado a un dios; serían conducidos por Kratos, el mortal que se había
convertido en el nuevo dios de la guerra.”