Hacer referencia a las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha supone disertar sobre la obra cumbre de la literatura patria, fuente y
reflejo de las letras de España en los tiempos posteriores a su edición, así
como paradigma de la creación de personajes inmortales que personificaron
múltiples valores como la amistad, la valentía, el amor, el idealismo o la
justicia.
Precisamente estos dos últimos conceptos (idealismo y justicia) cruzan las
aventuras de Alonso Quijano, Don Quijote, de extremo a extremo de la obra. Es
incuestionable que ambas nociones se imbrican entre sí de forma indisoluble,
hasta el punto de que un idealista como Don Quijote representa también los más
importantes valores de la acción de la justicia.
La vida y aventuras de D. Alonso Quijano fueron enmarcadas en las llamadas
leyes medievales de la caballería, pero más allá de ese derecho positivo al que
el Quijote se sujetó de forma voluntaria, dentro de su mundo fantástico de
castillos, villanos, gigantes y doncellas, recobrando para él plena vigencia,
de sus experiencias en el combate contra el mal extrajo una serie de
pensamientos, máximas o valores jurídicos que trasladó a la humanidad a través
de sus conversaciones con su leal escudero Sancho:
- Nunca te guíes por la ley
del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de
agudos.
- Hallen en ti más compasión
las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico.
- Procura descubrir la verdad
por entre las promesas y dádivas del rico como entre los sollozos e
importunidades del pobre.
- Cuando pudiere y debiere
tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley en el delincuente;
que no es mejor la fama del Juez riguroso que la del compasivo.
- Si acaso, alguna vez,
doblaras la vara de la justicia, que no sea por el peso de la dádiva, sino por
el de la misericordia.
- Cuando te sucediere juzgar
algún pleito de algún enemigo tuyo, aparta la mente de tu injuria y ponla en la
verdad del caso.
- No te ciegue la pasión
propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres las más veces
serán sin remedio, y serán a costa de tu crédito o aún incluso de tu hacienda.
- Si alguna mujer hermosa
viniera a pedirte justicia, aparta las lágrimas de sus ojos y los gemidos de
tus oídos y considera despacio la sustancia de lo que te pide, sino no quieres
que te anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros.
- Al que has de castigar con
obras no le trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del
suplicio, sin la añadidura de las malas razones.
- Al culpado que cayere bajo
tu jurisdicción considérale hombre miserable sujeto a las depravadas
condiciones de esta naturaleza humana nuestra y en todo en cuanto fuere de tu
parte posible, sin hacer agravio a la contraria, muéstrate piadoso y clemente;
pues aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a
nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia.
Como puede comprobarse, el Derecho está presente en la inmortal obra
cervantina, pero no es un saber jurídico frío, pues sin perjuicio de la
búsqueda de la necesaria objetividad que siempre debe existir en el conflicto,
se atempera con elevadas cotas de idealismo y con la pasión de un corazón
bondadoso.
Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
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