El Joker
es un personaje de cómic cuya primera aparición tuvo lugar en 1940, para, de
forma inmediata, convertirse en el enemigo por antonomasia del hombre
murciélago, Batman. Desde su origen
el personaje se ha presentado como un psicópata (involucrado incluso en el
asesinato de los padres del niño que años después se convertiría en Batman),
desarrollando una obsesión personal hacia el superhéroe. El Joker no cuenta con
habilidades sobrehumanas, pero sí con un adelantado ingenio criminal que le
posicionaba como un peligro muy real y con una elevada capacidad de éxito en
sus cometidos.
La popularidad del Joker ha adquirido una cota
extrema con la película del mismo nombre, dirigida en 2019 por Todd Phillips y
protagonizada por el actor Joaquin Phoenix, quien ha realizado una
interpretación del personaje justamente merecedora de un premio Óscar y tal vez
el hito de su gran carrera como intérprete. La película muestra el origen de la
creación del Joker, la aparición del personaje a través de la degradación de la
mente de una persona, Arthur Fleck, totalmente desbordada por una sociedad que
viene a ser la responsable de la creación del monstruo. Ganándose la vida como un
cómico de escaso talento, Arthur es literalmente pisoteado en la calle por los
habitantes de Ciudad Gótica (que viene a ser el reflejo de cualquier gran
ciudad del mundo), vejado y despreciado socialmente, engañado por su propia
madre, quien le hizo creer que era un enfermo, traicionado por sus compañeros
de trabajo hasta hacerle perder su modus
vivendi y ridiculizado en los medios de comunicación. Esa combinación de
factores, derivados de una sociedad que es la realmente enferma tal y como se
presenta en el film, hizo quebrar la mente del protagonista, dejando atrás a
Arthur para convertirse en el Joker y encabezar, aun sin quererlo, una especie
de reacción autoinmune de la sociedad contra su propia enfermedad, haciendo
responsables de esa decadencia a las clases dirigentes y generando el caos en
la ciudad.
Partiendo de estos hechos,
el personaje del Joker evoluciona (o se degrada) de una forma progresiva,
siendo la dificultad de la interpretación de Phoenix precisamente reflejar esa
caída en la locura de una manera escalonada, pasando de una situación de
posible depresión hacia la psicopatía absoluta.
En el Derecho Penal existen
previstas causas de exclusión de la responsabilidad criminal, y
particularmente, el artículo 20 del Código Penal dispone: “Están exentos de responsabilidad criminal: 1.º El que al tiempo de
cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración
psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa
comprensión.
El trastorno mental transitorio no eximirá de pena cuando hubiese sido
provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o hubiera
previsto o debido prever su comisión”.
La transición entre Arthur
Fleck y Joker me lleva a considerar, desde un prisma jurídico, la eventual
concurrencia de esta causa de exclusión en la responsabilidad penal del Joker
por los crímenes que a lo largo de la película va cometiendo. El interés
respecto de este extremo está precisamente en la deriva del personaje hacia la
oscuridad, en esa entrada dinámica en el estado de completa psicopatía.
Mientras el personaje
continúa albergando la personalidad de Arthur, sigue siendo plenamente
consciente de sus actos; y así, cuando en la inicial escena del viaje en metro
tres ejecutivos jóvenes se ríen de él, mientras Arthur regresa a su casa,
vestido de payaso, después de la traición de su compañero de trabajo, y le
agreden, respondiendo efectuando disparos y matando a los tres, en ese primer
crimen, el personaje es consciente de lo que acaba de hacer, porque todavía es
la misma persona de base, e interioriza y quiere el hecho. Cuestión distinta
sería la apreciación de una posible atenuante de arrebato, pero en ningún caso,
por la desproporción de la respuesta, el acto se arroparía en la legítima
defensa. De modo que por este hecho, Arthur sería plenamente responsable y la
eximente no concurriría.
Posteriormente se produce el segundo crimen, que tiene lugar en el piso de Arthur, cuando dos
excompañeros de trabajo le van a visitar. Uno de ellos es quien causó su
despido, al haber propiciado esa circunstancia y venderle ante el dueño de la
empresa en la que trabajaba. En un determinado momento, Arthur asesina dentro
de su casa al traidor, y cuando el otro ex compañero le ruega que no lo mate,
Arthur, besándole en la frente, le dice que no se preocupe, que no le quiere
hacer nada, pues siempre se portó bien con él mientras fueron compañeros. En
este momento de transición, todavía el personaje conserva la capacidad de
decisión, racionaliza la acción que pretende y ejecuta, y el elemento externo
de la selección de la víctima es acreditativo de la plena consciencia con la que
realiza el hecho, por lo que no le sería de aplicación la eximente, ni tampoco
una situación de enajenación transitoria. Resulta muy gráfico (y un elemento de
genialidad en la dirección de la película) que en este momento el protagonista
está a medio maquillar, esto es, sólo con la cara pintada con una base de color
blanco, lo que es la plasmación de que Joker todavía no ha nacido y el momento
es fronterizo.
En la escena en la que el
protagonista, ya perfectamente maquillado y vestido, atraviesa el pasillo y
realiza el memorable baile en las escaleras, Arthur ya ha desparecido, y
estamos en presencia de la locura en estado puro: ha nacido el Joker. Cuando
acude al programa de televisión en el que, siendo Arthur, le presentaron ante
los espectadores de la ciudad para reírse de él por su mala calidad profesional
(y al que había sido invitado para ahondar aún más en el hazmerreír, la
ridiculización y el morbo que pedía la audiencia) quien acude no es ya Arthur,
sino otra persona, pidiendo, de hecho, que se le introduzca de ese modo; y quien de un disparo mata en directo al presentador Murray
Franklin (encarnado por Robert de Niro), para mayor gloria del pico de
audiencia, es Joker. La transmisión del crimen a través de la televisión
resultó ser la mecha final de la revolución de la masa social de la ciudad al
haberse llegado al extremo de la depravación ética, erigiendo al Joker como a un
líder. A partir de este punto (y enlazando con el posible asesinato que comete
Joker contra la psiquiatra de la cárcel al final de la película), el sujeto
activo de los hechos ya es un completo psicópata, y sus conductas han dejado de
ser reflexivas y asumidas, pues él mismo está fuera de sí, es otra identidad la
que se manifiesta, por lo que podría serle aplicable la eximente. Además,
tampoco se trataría de un supuesto de actio
libera in causa, previsto en el apartado segundo del referido artículo 20,
1º, del Código Penal, esto es, la generación intencionada por Arthur de un
estado de inconsciencia para eludir su responsabilidad penal por lo que hiciera
durante el mismo, por dos razones: primero, porque su situación de enajenación mental es manifiesta, se trata del surgimiento progresivo de otra personalidad, que finalmente cristaliza y sustituye a la anterior; y en segundo
lugar, porque el relato de los hechos ha mostrado cómo esa degradación escalonada es una realidad y se ha originado extra muros del propio sujeto: el Joker es el producto de una
sociedad corrompida, en
cierto modo el resultado de una infección derivada de múltiples factores
externos, lo que no deja de ser un aviso, y una reflexión, sobre el
verdadero origen de la delincuencia y de cómo una sociedad, en la que no exista una altura ética e intelectual, retroalimenta el crimen y es la responsable de
sus propios males, los cuales incluso podrían quedar impunes.
“Maté a esos tipos porque eran
horribles. Todos son horribles en estos días. Es suficiente para volver loco a
cualquiera”.
“¿Has visto cómo es allá afuera, Murray? ¿Alguna vez dejas el estudio?
Todos solo gritan y gritan el uno al otro. Ya nadie es civilizado. Nadie piensa
cómo es ser el otro chico. ¿Crees que hombres como Thomas Wayne alguna vez
piensan lo que es ser alguien como yo? ¿Ser alguien más que ellos mismos? Ellos
no. ¡Piensan que nos sentaremos allí y nos lo tragaremos todo, como buenos
niños! ¡Que no seremos hombres lobo y nos volveremos locos!”
"Solía pensar que mi vida era una tragedia, pero ahora me doy cuenta
de que es una comedia".
Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
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