Benito Pérez Galdós
(1843-1920) fue un insigne novelista español, nacido en Las Palmas de Gran
Canaria, diputado en Cortes y Académico de la Lengua. Sus Episodios Nacionales constituyen uno de los hitos de la literatura
española, sin perjuicio de otras importantes obras, en las que Pérez Galdós
retrató, de una forma muy nítida, el devenir de la historia y de la sociedad
española. En efecto, está considerado como uno de los más relevantes
representantes del realismo en la literatura; sus obras participan del
movimiento y del latir diario de la vida que rodeaba al propio autor, de las
conversaciones que él mismo escuchaba y en las que participaba, confiriendo a
su obra una impronta de cercanía, de proximidad, más allá de su naturaleza
novelesca.
Entre los múltiples
aspectos que Pérez Galdós trató en sus obras, el autor reflexionó sobre la
honradez y el trabajo como servidor público en su obra Miau (1888), en la que se presenta a un probo funcionario, dedicado
en cuerpo y alma a la Administración, Don Ramón Villaamil, que a poco tiempo de
jubilarse, es cesado de su puesto. La visión de Villaamil hacia la situación
que vive es de frustración por desconocer el motivo del cese, y al mismo tiempo
contemplar cómo otras personas, no sólo no son cesadas, existiendo fundamento
objetivo para ello, sino que ascienden en su carrera. El protagonista de la
novela va generando una amargura existencial, rozando la misantropía, y así
como en la vida laboral su forma recta y seria de proceder ya generaba a su
alrededor una cierta chanza (apodándole
M.I.A.U. de forma similar al I.N.R.I. de Jesucristo), para posteriormente, ante sus denonados e
infructuosos intentos de reincorporarse, ser prácticamente tomado por un
desquiciado, además, en la vida familiar contaba con un yerno, también
funcionario, que se jactaba de entrar y permanecer en una rueda no muy ajustada
al rigor del procedimiento administrativo, ante lo que el protagonista se
encontraba en una completa desazón vital. La esposa de Villaamil se lo llegaba
a decir expresamente: «Ahí tienes por lo
que estás como estás, olvidado y en la miseria; por no tener ni pizca de
trastienda y ser tan devoto de San Escrúpulo bendito. Créeme, eso ya no es
honradez, es sosería y necedad». Y a su vez, el yerno, marcado por ciertos
caminos de corrupción, le llegaba a expresar: «al padre de familia, al hombre probo, al funcionario de mérito,
envejecido en la administración, al servidor leal del Estado que podría enseñar
al ministro la manera de salvar la Hacienda, se le posterga, se le desatiende y
se le barre de las oficinas como si fuera polvo. Otra cosa me sorprendería;
esto no. Pero hay más. Mientras se comete tal injusticia, los osados, los
ineptos, los que no tienen conciencia ni título alguno, apandan la plaza en
premio a su inutilidad… Así es el mundo, y así nos vamos educando todos en el
desprecio del Estado, y atizando en nuestra alma el rescoldo de las
revoluciones. Al que merece, desengaños; al que no, confites. Esta es la lógica,
todo al revés; el país de los viceversas...».
Los acontecimientos de la
novela concluyen con el suicidio de Villaamil, quien decide poner fin a su vida
ante la imposibilidad de conciliar su personalidad y su concepto de servicio
con el mundo que le rodea. Sólo le quedó la libertad para decidir sobre su
propia existencia; una dimisión de la vida.
Desde un plano jurídico, la
situación plasmada refiere a una aplicación del Derecho (en un cierto contexto,
aunque extensivo a cualquier otro ámbito social) que lleva aparejado un sentimiento
de desilusión o de decepción hacia unas normas que, de alguna manera, no
impiden que un devenir de acontecimientos, en principio, contrario a ellas, se
produzca en la realidad; y por otro lado, no posibilitan el reconocimiento, en
justicia, del mérito merecido. En definitiva, Pérez Galdós plasma una
instrumentalización (o un mecanicismo, en el mejor de los casos) del Derecho
que, lo que en verdad genera, es una situación global de injusticia. El yerno
de Villaamil así se lo decía: «¿No hemos de ponernos a
cubierto de la ingratitud del Estado, agradeciéndonos nosotros mismos nuestros
leales servicios? La recompensa es el principio de la moralidad, es la
aplicación de la justicia, del derecho, del ius a la administración. Un Estado
ingrato, indiferente al mérito, es un Estado salvaje».
En definitiva, el autor
lleva a una manifestación del aforismo summum
ius, summa iniuria, desde una concepción del Derecho no imbricada con
aspectos metajurídicos imprescindibles, ubicados en el ámbito de la ética pública
y de la moral. De nuevo, se comprueba que un conjunto de normas jurídicas, ya
sean reguladoras de sectores o aspectos que se entiendan como más o menos
grises, más o menos atractivos o interesantes, si no se enlazan con los
principios del Derecho Natural, con los más elementales valores de humanidad y Justicia,
o si quienes deben aplicar estas normas no los hacen resplandecer, convierten al Derecho algo contrario a sí mismo, una cobertura arbitraria de la
injusticia que además propicia y alienta la degradación del sistema, por la
desesperanza de quienes, inermes, nada pueden combatir, de ahí el desenlace final
del protagonista de Miau.
«Hijo mío, ve aprendiendo, ve aprendiendo para cuando seas hombre. Del que
está caído nadie se acuerda y lo que hacen es patearle y destrozarle para que
no se pueda levantar…»
«Adiós, mis queridos amigos. No me atrevo a deciros que me imitéis, porque
sería inmodestia; pero si sois jóvenes, si os halláis postergados por la
fortuna, si encontráis ante vuestros ojos montañas escarpadas, inaccesibles
alturas, y no tenéis escalas ni cuerdas, pero sí manos vigorosas; si os halláis
imposibilitados para realizar en el mundo los generosos impulsos del
pensamiento y las leyes del corazón, acordaos de Gabriel Araceli, que nació sin
nada y lo tuvo todo.» (La Batalla de los Arapiles; Episodios Nacionales)
Muy interesante esta visión jurídica de la novela. La he leído varias veces y he sido capaz de ver la crítica a la corrupción y a la apariencia en esa España de los partidos turnantes en el poder, pero no esta visión de un jurista. Gracias. Saludos.
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