John Fitzgerald
Kennedy (1917-1963), trigésimo quinto Presidente de los Estados Unidos de América,
hubo de afrontar diversos y significativos problemas que, como viene
aconteciendo en la historia de los Estados Unidos, no se delimitan únicamente
al ámbito americano, a pesar de que puedan tener origen dentro de sus
fronteras, sino que acaban por trascender al mundo entero, por lo que la
responsabilidad de una correcta gestión de los mismos no sólo tiene consecuencias
internas, sino que repercute de una manera decisiva en la deriva política y económica
planetaria. JFK se enfrentó, entre otras cuestiones, a la problemática con
Cuba, materializada con la invasión de Bahía Cochinos y la crisis de los
misiles; la construcción del Muro de Berlín o los primeros signos de la que
sería de Guerra de Vietnam. Fue el suyo un mandato con decisiones importantes,
algunas con mayor acierto que otras, y por lo tanto no exento de claroscuros;
pero, junto con los inicios de la carrera espacial, una de las aportaciones de
mayor relevancia de este Presidente para la historia y el Derecho, a la que me
quiero referir, se encuentra en la materia de los derechos civiles de los
ciudadanos y en el combate contra la discriminación racial. Por el gobierno de
JFK se adoptaron una serie de iniciativas que, desde mi punto de vista,
supusieron la tan necesaria conjugación (y por desgracia no muchas veces
experimentada en la realidad, al margen de apariencias o simulaciones de ello)
entre Derecho Positivo y Derecho Natural, esto es: la conducción de la norma
jurídica positiva conforme a los designios de la ética, o de los postulados
filosóficos, en última instancia, que han de regir la convivencia de la
humanidad, y sobre los que el Derecho se debe de asentar para ser, verdaderamente,
Derecho y no un artificio, una sombra desvirtuada de su esencia.
La realidad americana en tiempos de JFK, al
margen de las decisiones que a nivel jurídico se hubieran adoptado, era que la
discriminación racial seguía existiendo en bastantes Estados, reflejada en
incidentes de distinto tipo: desde el encarcelamiento de Martin Luther King hasta
la negativa a que algunos estudiantes negros pudieran acudir a clases en la
Universidad, ello con la aquiescencia de distintos gobernadores. En definitiva,
una realidad social contraria completamente a la modernidad que se suponía
caracterizaba a los Estados Unidos del siglo XX, que en teoría contaba con
textos normativos inspirados en el racionalismo, completados mediante enmiendas
y en definitiva postulados como el modelo del progreso. Sin embargo, la
realidad adveraba que las consecuencias de la esclavitud durante siglos aún pervivían,
y lo hacían en zonas de poder e influencia.
Pues bien, JFK (prescindiendo de las motivaciones
que hubiera, electorales o no) inició una actividad, de la que él mismo, en
persona, formó parte, haciendo valer el principio de igualdad ante la ley y en
la ley (nótese el matiz) de todos los ciudadanos americanos, con independencia
de su raza. A tal fin, dirigió las gestiones políticas necesarias para excarcelar
a Luther King y contactó con los gobernadores reacios a que los estudiantes
negros accedieran a las universidades conminándoles a que les dejaran entrar.
Al mismo tiempo, propició la iniciativa legislativa necesaria para confirmar,
desde el prisma del Derecho Positivo, lo que no era sino la plasmación de
genuinos derechos humanos, empezando por la igualdad en la atribución de los
mismos a todas las personas, sin discriminación, dando valor normativo a
decisiones jurisprudenciales previas que se estaban, de facto, soslayando. Esto
es, la aprobación de una ley como la Civil Rights Act de 1964, que garantizaba el acceso de todos los ciudadanos a los
derechos y servicios esenciales que les corresponden, con independencia de su
raza, supone el tipo de norma jurídica plena, perfecta y real, al unir al
mandato imperativo de la Ley la legitimidad de su sentido, es decir, su
trascendencia o razón metajurídica, consistente en el principio inmanente,
filosófico, de la igualdad material de todos los ciudadanos. El mismo carácter
diferenciado que existe entre la igualdad formal y material es el que se da
entre el Derecho Positivo y el Derecho Natural, de modo que solo en la union de
ambos surge el verdadero Derecho, como así se plasmó en la referida Ley de
Derechos Civiles.
JFK murió asesinado en 1963, un aciago destino que, a lo largo de la
historia de la humanidad en general y del pensamiento en particular ha
aguardado siempre a aquellos personajes que han marcado la diferencia, al
romper paradigmas, enfrentarse a la realidad establecida y fortificada por los
poderes fácticos. En la actualidad, y a la vista de ciertos incientes, con vertiente
judicial incluída, que han acontecido en Estados Unidos, y que parecen hacer
revivir al fantasma del racismo, es conveniente recordar que, en un ayer no muy
lejano, sin necesidad de retrocer siglos o milenios en el tiempo, hubo un
dirigente que intentó solucionar esta situación poniendo los mimbres precisos a
tal fin, consiguiendo aunar Derecho y Filosofía, ley y ética; habrá de tenerse
presente para evitar que la deriva de la sociedad, y de la práctica
legislativa, en lugar de seguir avanzando (lo que sólo se consigue con la union
de las dos facetas en la ley: jurídica y filosófica) entre en una dinámica de
involución y que la sociedad del futuro no sea capaz de mirarse, con dignidad y
sin sonrojo, en el espejo de sus antepasados.
“Un hombre hace lo que debe hacer, a pesar de las consecuencias personales,
a pesar de los obstáculos, los peligros y las presiones, y esa es la base de
toda moralidad humana”.
“La grandeza de un hombre está en relación directa a la evidencia de
su fuerza moral”.
“Los problemas del mundo no pueden ser resueltos por escépticos o
cínicos cuyos horizontes están limitados por las realidades obvias. Necesitamos
hombres que puedan soñar con cosas que nunca fueron”.
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
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