miércoles, 1 de enero de 2025

El Cardenal Mazarino: simula, disimula y danos lecciones de moral

 

Jules Mazarin (1602-1661), político y diplomático italiano, conocido como cardenal Mazarino, es famoso por haber sucedido a Richelieu como primer ministro de Francia (entonces denominado ministro principal) al servicio de los reyes Luis XIII y Luis XIV. Su vida en el ámbito de la cosa pública fue una intriga de principio a fin, con implicaciones papales y de la realeza, logrando finalmente los más relevantes puestos en los ámbitos canónico y civil. Precisamente en el marco de su condición política hubo de adquirir los modos y formas de proceder dentro de ese mundo no precisamente caracterizado por su transparencia y virtud. Siendo la experiencia un grado y fruto de sus vivencias personales, con la finalidad primera de tratar de enseñar al futuro rey Luis XIV a comportarse y moverse en un contexto entretejido de amigos ocasionales y enemigos velados, Mazarino recopiló una serie de enseñanzas para la vida (en verdad, para saber sobrevivir e incluso crecer en medio de la adversidad) en el que se ha denominado Breviario de los políticos.

Este libro, como un auténtico manual de comportamiento, guarda un singular paralelismo con El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, pues la premisa mayor de la conducta es el dejar a un lado la cuestión ética y priorizar otros intereses, aunque aparentando siempre rectitud y abnegación por lo colectivo. No en vano, los principios esenciales que Mazarino quiso dejar muy claros al futuro rey, atendiendo al lugar y con las personas con las que estuviera, eran estos:

1.- Simula.

2.- Disimula.

3.- No confíes en nadie.

4.- Habla bien de todo el mundo.

5.- Prevé antes de obrar.

El legado de estos principios (que, no cabe duda, no se limitó a los quehaceres públicos de Luis XIV sino que su plasmación real tiene una dimensión marginada del tiempo y reconocible entonces y ahora) es que permite, no tanto aplicarlos - al estar francamente muy interiorizados por quienes ya lo hacen, sobre todo los tres primeros - sino emplearlos como una herramienta de identificación incuestionable de estar en presencia de quien se erige en un adalid del interés general o en paladín de la moralidad siendo todo lo contrario, al punto de comprobar una relación inversamente proporcional entre la falta de respeto al interés general y la carencia de principios éticos elementales con la magnitud y cantidad de proclamas sobre el bien social y recomendaciones morales que se realizan de palabra y por escrito. Pues, simulando y disimulando, las lecciones de moral que se predican no se llevan a su efecto, ni mucho menos, en el proceder real de quien se erige en un baluarte de la ética. Basta con la lectura, curiosa, de ciertos escritos periódicos que se pretenden moralizantes y la escucha, siempre atenta y educada, de determinadas conferencias para, con un siquiera mínimo conocimiento de la verdadera actuación profesional y vital de sus autores, advertir en sus ínclitas palabras algo mucho más rotundo y grave que meras contradicciones.

Mazarino, como conocedor de primera mano de lo intrigante de ciertos sujetos, y también de la condición humana en general, dejó el siguiente consejo en el Breviario: “He aquí como enterarse de los vicios de alguien: orienta la conversación sobre los vicios más corrientes, y en particular sobre aquellos de que pudiera muy bien adolecer tu amigo. No tendrá palabras lo bastante duras para denunciar y reprobar un vicio si él mismo lo padece. Así es como los predicadores suelen denunciar con la mayor violencia los vicios que los afligen personalmente.”

A ello añadió lo siguiente: “Los hipócritas están siempre dispuestos a propagar las noticias y aprueban sistemáticamente lo que tú hagas. Te representan la comedia de la amistad, pero si delante de ti desuellan a los demás, ten cuidado, que no tardaran en hacer otro tanto contigo.”

La cuestión de cómo ganarse el favor del pueblo, lógicamente actuando de forma sibilina y en absoluto sincera, la dejó apuntada en los siguientes términos: “Evita un ascenso demasiado rápido y demasiado brillante; las miradas deben habituarse a una luz más viva, de lo contrario, deslumbradas, se cierran. No te opongas a lo que gusta al pueblo, ya sean vicios o simplemente tradiciones. Si tienes que reconocerte como autor de algún hecho odioso, no te expongas en el momento a la animadversión que suscite ni dejes creer por tu conducta que no lo sientes en absoluto o incluso que estas orgulloso de lo que has hecho, burlándote de tus víctimas. No harías más que aumentar el odio. Lo mejor es ausentarte dejando pasar el tiempo sin dejarse ver.”

Es decir: dando lo que al pueblo le gusta y entretiene, aunque no se comparta, se gana su favor, al tiempo que se genera una cortina de humo que favorece el que, ante un hecho ilícito y/o vergonzoso, este pase más desapercibido y hace ganar tiempo para no dar la cara en el momento, recurriendo a atribuir las responsabilidades propias a otros o sencillamente desapareciendo hasta que los ánimos se calmen, enterrados éstos en un bombardeo de cuestiones triviales que se presentan como fenomenales.

Si estos ejemplos de conducta se llevan al ámbito legal, los efectos son devastadores. Mazarino ya anticipó en el Breviario que el instrumento legal solo debe obedecer al interés general, de modo que, a sensu contrario, su perversión (esto es, usar la ley para el beneficio propio) generará muchos problemas, aunque traten de opacarse actuando conforme a las recomendaciones anteriores: “Si dictas leyes, que sean las mismas para todos, haz confianza en la virtud. Da cuenta de tus actos para agradar al pueblo, pero solo después de haber obrado, para evitar que encuentres objeciones.” Del mismo modo, Mazarino ya apuntó también a la utilización espuria de los poderes públicos: “No utilices tus prerrogativas de juez para dar órdenes a personas que son gente libre y no tus vasallos.”

Lo importante del Breviario de Mazarino es que parte de un hecho consumado, no nos presenta una situación de ideales o un mundo naíf o inocente de prohombres, sino la inclinación natural hacia lo malo, como lo es el desvío del interés general al particular. Y sobre esa premisa, el cardenal hace una recomendación, dado que va a ser así y la experiencia habla por su boca, para que, simulando y disimulando, no le pase demasiada factura a quien así obra: “Si tienes la intención de promover leyes nuevas, muéstrales su imperiosa necesidad a unos hombres de saber y buen juicio y prepara con ellos el proyecto. O haz simplemente correr el rumor de que los has consultado y escuchado. Después, sin tener en cuenta sus consejos, toma las decisiones que te convengan.”

En fin, muchas son las recomendaciones de Mazarino que, como es de ver, no nos resultan remotas, haciendo de su obra un compendio ajeno a los factores tiempo y espacio, sirviendo como un efectivo mapa, incluso con vivas descripciones, de parajes abruptos y peligrosos, aparte de un manual a contrario, pues, en definitiva, si sobre las leyes y procederes personalistas brillase la ética y el interés de todos, el Breviario se quedaría en literatura de un tiempo pasado, y no en una obra de una finura e ironía atemporal que es de agradecer, pues como también concluyó implícitamente el cardenal, hay que conocer el mal para poder impedirlo.

“Existen dos formas de prudencia, la primera consiste en saber calcular nuestra confianza; incluso cuando te encuentres con unos amigos en un lugar protegido, mantente circunspecto en tus confidencias, porque hay pocas amistades que no nos decepcionen un día.”

“No cuentes con tu valor y tus talentos para obtener un cargo y no vayas a imaginarte que éste debe recaer en ti automáticamente con el pretexto de que eres el más competente para desempeñarlo. Porque se prefiere conferir un cargo a un incapaz más que a aquel que lo merece. Obra, pues, como si no quisieras deber tus funciones más que al favor de tu patrón.”

“Enmascara tu corazón tanto como tu rostro, los acentos de tu voz tanto como tus palabras. La mayoría de los sentimientos se leen en el rostro.”




Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y 
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación 


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