sábado, 1 de febrero de 2025

Juan Ramón Jiménez: Distinto

 

Lo querían matar

los iguales

porque era distinto.

 

Si veis un pájaro distinto,

tiradlo;

si veis un monte distinto,

caedlo;

si veis un camino distinto,

cortadlo;

si veis una rosa distinta,

deshojadla;

si veis un río distinto,

cegadlo…;

si veis un hombre distinto,

matadlo.

 

¿Y el sol y la luna

dando en lo distinto?,

altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir

distinto

de lo distinto;

lo que seas, que eres

distinto

(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre…):

si te descubren los iguales

huye a mí,

ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.

 

 

Juan Ramón Jiménez (1881-1958), gran escritor español, Premio Nobel de Literatura, es autor, entre otras muy reconocidas obras, del anterior poema, titulado, sencillamente, Distinto.

 

El poeta de Moguer atravesó diferentes etapas estilísticas, que se sucedieron en el tiempo al compás de sus vivencias personales, su exilio al continente americano, sus amores, la pérdida de su mujer Zenobia Camprubí. Múltiples avatares que marcaron el sentir del poeta. Era un hombre de gran y delicada sensibilidad; sublime belleza tras el velo de un gesto serio, como suele ocurrir: una puerta de hierro que guarda, tras ella, un sol cálido y radiante.


Como cualquier obra de arte, el contexto histórico y social del mensaje de este poema sirve únicamente de marco o de ubicación material, porque su sentido trasciende cualquier época y es de plena actualidad. El poeta se encontraba en un mundo en el que la represión, la imposición de una ideología, la discriminación (e incluso eliminación, erradicación) de quien pensaba diferente era un hecho.

 

En lugar de un sistema filosófico y jurídico fundamentado en el razonamiento, en la Ilustración y, en definitiva, en el sumo respeto a los derechos humanos, por lo tanto, en la consagración a través del pensamiento y de la ley del Derecho Natural más perfeccionado, fruto del consenso intelectual en aquellos principios esenciales sobre los cuales resulta ilógica toda discusión, como son la dignidad, la libertad (en todas sus manifestaciones: religiosa, de pensamiento, de expresión) o la vida, el poder crea un sistema normativo que emplea como vehículo para fijar su criterio e imponerse sobre los demás, rechazando, bajo el uso de una fuerza disfrazada de legalidad, cualquier opinión discrepante con la suya. A tal fin, la eliminación del distinto, en la actualidad, se traduce en la neutralización de cualquier vía de libre expresión, en definitiva, en el establecimiento de la censura. No interesa lo distinto, pese a encontrarnos en un mundo de teóricas libertades, si tal diferenciación, o el respeto de la misma, no se traduce en afianzar en su cargo a quienes ostentan el poder o en avalar sin crítica su posición, momento en el que lo distinto, atendiendo a las proclamas de un poder que incluso dice de mismo que es garantista, se convierte mágicamente en una mentira, en un bulo, por no ser coincidente con sus consignas y metas ocultas. Lo distinto transmuta en falso, merced a las artes de alquimistas de infame y nuevo cuño.

 

Matar lo diferente, a lo largo de la historia, no ha sido en absoluto una excepción, sino el camino por el que se ha transitado durante siglos, incluso con normas que lo han cubierto y amparado, llevando al plano positivo una moralidad del poder que no busca el bien de todos, sino el suyo propio; en ocasiones de forma velada, aparentando lo contrario, y otras veces sin ningún tipo de cortapisa, haciendo de su peculiar “ética” la justificación de una ley radicalmente contraria a la justicia en su efectos. 

 

Es el movimiento intelectual de reacción frente al poder que se impone (al margen de su ideología, pues la misma crueldad ha procedido y procede de ambos lados) aquello que ha permitido siempre el avance: el revulsivo frente al acto de fuerza y la injusticia, la revolución como elemento que ha supuesto el cambio hacia un mejor porvenir. Y esta reacción nace, en efecto, en aquellos que son distintos, en quienes no se integran en la mentalidad de rebaño, en quienes no son la masa creada y alimentada por el poder. Es así que el poeta llama a quienes, como él, son distintos, porque, antes de ser aniquilados, en ellos, juntos, está la salvación ética, intelectual y el verdadero progreso, que nada tiene que ver con el pensamiento único y la envidia que lo crea, con la mediocridad de los iguales y su afán de vivir no sirviendo al interés general, sino a costa de él. Por ello al distinto se le mata, de muchas maneras, ayer, hoy y siempre, porque no interesa oírle, porque en el distinto está la verdad.

 

“Si te dan papel pautado, escribe por detrás.”

 

“Lo que más indigna al charlatán es alguien silencioso y digno.”

 

“Te quité pétalo tras pétalo, como si fueras una rosa, para ver tu alma, y no la vi.”

 

“Desde mi punto de vista, después de una catástrofe que sentimos y pensamos que es universal, una catástrofe resultante de un exceso de inútil dinamismo de progreso inútil, de realismo inútil, de tecnología inútil…, después de esto, se debe alcanzar una democracia inalcanzable a través de la concepción y la realización de un nuevo romanticismo.”

 

“Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido… Y se quedarán los pájaros cantando.”




Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y 
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación 




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