Antón Chéjov (1860-1904) fue un escritor y
dramaturgo ruso, gran referente y maestro de la técnica del relato corto, con
conocidas obras tanto en el ámbito del teatro como en el estrictamente
literario; muchas de ellas aún permanecen ocultas, pues el autor solía rubricar
su producción con seudónimos diversos, de modo que resulta altamente probable
que existan textos que aún no le hayan sido atribuidos.
Los cuentos y relatos de Chéjov tienen unas
características singulares, han creado escuela, y me llevan a considerar que
estas técnicas no deberían limitarse al ámbito literario, sino que su aplicabilidad
al mundo jurídico permitiría obtener unos resultados esclarecedores, en el
sentido de llevar al descubrimiento de la razón de ser primigenia de las
decisiones judiciales en cada caso concreto y de la propia ley.
Si partimos de una concepción estrictamente
positivista del Derecho (que desde mi punto de vista resulta ser una visión
limitada, sin dejar de ser necesaria, del fenómeno jurídico) la estructura
literaria de los relatos de Chéjov sería una ayuda importante a la hora de
plasmar, con concreción y sin alambicados giros argumentales, el razonamiento
jurídico que emplea cualquier operador, en escritos o en resoluciones
judiciales. Chéjov es un maestro del uso del lenguaje lógico, de la coherencia,
e imprime en su obra un criterio de necesidad expositiva, lo que supone la
eliminación de redundancias que únicamente ocupan o rellenan un espacio y nada
añaden a los hechos o a los fundamentos jurídicos. Esta técnica ha recibido el
nombre de “arma de Chéjov”: aquello
que aparece en el relato, debe tener una secuencia lógica posterior en el
mismo, y surgir de nuevo sólo si verdaderamente tiene un interés en la argumentación,
pues de lo contrario ni tan siquiera ha de referirse de principio: “Elimina todo lo
que no tenga relevancia en la historia. Si dijiste en el primer capítulo que
había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero éste debe ser
descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido
puesto ahí”. Considero que si esta regla argumentativa se
aplicase a lo jurídico de forma habitual, cualquier exposición obrante en
escritos o en resoluciones judiciales ganaría infinitamente en claridad,
brevedad y sentido, evitándose así en muchas ocasiones el vicio de la incongruencia
procesal o las grandes dificultades, siempre gratuitas, en la comprensión de la
secuencia lógica que lleva a un suplico o a un fallo: porque cuanto más hay que
pensar en lo que está expuesto en un escrito o en una resolución judicial para
entenderlos, la proximidad a que éstos incurran en errores es mayor,
prácticamente proporcional. En realidad se trata de la plasmación del método
cartesiano que transita de lo literario a lo jurídico, y que no es sino la
reducción de los problemas a resolver en partes sencillas y secuencias lógicas
entre ellas, para evitar así que aquello que ha de servir para resolver un
problema, por el contrario, o lo agrave, o sirva para crear otro mayor, o sea
en sí mismo, otro problema. Extremos que propician aquello que no se pretende:
la desestimación de las pretensiones o la revocación de las resoluciones.
Pero, aparte de esta cuestión de estricta
materialidad, existen otras técnicas empleadas por Chéjov que van mucho más
allá y habilitan la comprensión del trasfondo y verdadera naturaleza de lo
jurídico, es decir, de aquello que, en verdad, es lo más importante para
entender el Derecho.
La “acción
indirecta” en las obras de Chéjov consiste en que gran parte de las razones
que motivan a los personajes a la hora de manifestarse en los hechos que
realizan no se vislumbran, sino que se infieren, se llegan a conocer a través
de su personalidad y de su carácter, pero en modo alguno ellos mismos hacen
mención expresa a aquello que les ha llevado a actuar así en la obra. Se trata
del concepto de “subtexto”: la
motivación verdadera para proceder de un cierto modo, y que queda en el
criterio del espectador llegar a saber, a través de la intuición, qué es lo que
ha dado lugar a que ese personaje actúe de la forma en que lo hace. Si esta
terminología se lleva al Derecho, tengo para mí que la acción indirecta o
subtexto de las decisiones judiciales se residencia, efectivamente, en cuestiones
que trascienden lo jurídico para adentrarse en la moralidad, la cultura, la
ética personal y social. La norma jurídica aplicada a cada caso produce un
resultado que no se enmarca en la precisión matemática: lo que se denomina “casuística”, en efecto, significa que
según cada supuesto, y según cada juzgador, la decisión puede variar, y ser más
acorde a la Justicia o no serlo. Si este hecho es indiscutible, por tratarse de
una realidad cotidiana, también entonces lo es que aquello que denominamos
ética, o Derecho Natural, tiene un peso esencial en las decisiones que se
adoptan, y según la proporción en la que ese factor intervenga el resultado va
a ser uno u otro, más próximo o más lejano a la sensación que proporciona una
resolución cuando verdaderamente es justa.
Esto no solo ocurre en el caso concreto; elevando
el planteamiento a una superior y más general instancia, la propia naturaleza y
motivación de la ley responde a los mismos parámetros, de modo que aquello que
ha llevado al legislador a redactar un texto normativo de una cierta manera,
aquello que auténticamente le ha motivado (y no tanto lo que, de forma interesada
y eufemística, pueda constar en una exposición de motivos, redactada por él
mismo para justificar el contenido de la norma) se adentra en el subtexto, y es a través de la reflexión
crítica del ciudadano sobre la redacción de la ley, junto con el conocimiento
del verdadero carácter, formación cultural y moralidad del legislador, como
pueden llegar a comprenderse los auténticos motivos que han llevado a esa
norma; motivos que no están a la vista, pero que no por ello no existen.
Chéjov fue también un gran dramaturgo, cuyas
obras en este campo recibieron un reconocimiento tal vez no inmediato, pero sí
muy importante con el paso de los años. En la terminología teatral se denomina “cuarta pared” al muro invisible que
separa al actor del espectador, como si se tratara de la frontera virtual entre
dos mundos. Este límite se rompe al tiempo en el que el actor se dirige al
espectador e interactúa con él, formando parte ambos de la misma
representación.
En el momento en el que la resolución judicial, o
la ley, coinciden con el criterio del ciudadano, pues por ambos lados se
comparte un mismo ideal de Justicia y unos equivalentes valores éticos, o de Derecho
Natural, se produce, en el ámbito jurídico, un fenómeno similar al
quebrantamiento de ese muro invisible, propiciando, así, la situación más
virtuosa, pues el camino de la vida se recorre por todos de forma acompasada,
coordinada, armónica. Desgraciadamente, en numerosas ocasiones (la actualidad
nos lleva a verlo ejemplificado) esta cuarta pared no solo no se rompe, sino
que el muro es de una solidez de titanio: las leyes, su trasfondo y razones, no
se comparten ni se entienden en modo alguno, ni por quienes las deben aplicar
ni por quienes las tienen que asumir. Y en la base de esta divergencia no están
tanto las motivaciones jurídicas, sino las razones que imprime la moral, la
ética, el Derecho Natural; lo que pone de manifiesto que la desunión entre ambos
planos, norma jurídica y ética, jamás llevará a la realización de la Justicia,
sino a la división y al rechazo por la sociedad (o de la parte de ella) que sea
capaz de percibir aquello que en verdad está moviendo a quien tiene la gran
responsabilidad de redactar la ley y que se afana en mantener oculto.
“El arte de escribir consiste en decir mucho con pocas palabras.”
“La brevedad es la hermana del talento.”
“En la naturaleza, una repugnante oruga se
transforma en una mariposa encantadora; en cambio, entre los hombres ocurre lo
contrario: una encantadora mariposa se transforma en una oruga repugnante.”
“Los hipócritas pretenden ser palomas, políticos, literatos, águilas…Pero
no se deje engañar por su apariencia: no son águilas, son ratas.”
“El gobierno no es Dios. No tiene derecho a quitar lo que no puede
regresar.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario