sábado, 1 de abril de 2023

Sthepen King: La niebla, plasmación metafórica de política, sociedad y Derecho

 

Sthepen King (1947) es un escritor norteamericano de gran éxito editorial. Prácticamente todas sus obras se han convertido en bestsellers y han sido llevadas al cine, también con acierto. Carrie, El resplandor, Cujo, It, y tantos otros libros del autor han tenido una influencia notable en el género del terror y de la ciencia ficción. El estilo narrativo de Sthepen King se caracteriza por ser muy claro, directo, marcadamente descriptivo y sobre todo un fiel traslado a la literatura del conocimiento preciso de los miedos humanos, de los males y problemas de la sociedad actual, lógicamente presentados a través de historias y personajes ficticios, pero tras ellos existe una importante crítica al poder, a la simpleza, en ocasiones, del ser humano y a la manipulación de la realidad a la que se ve sometido por aquél, hasta el punto de llevarle a la autodestrucción.

King es autor de una novela, trasladada magníficamente a la gran pantalla, titulada La niebla. El argumento que se presenta al lector o espectador versa sobre lo acontecido en una localidad de los Estados Unidos, en la que un día comienza a llegar desde los montes una niebla muy densa y extraña, que lo cubre todo. Las gentes del lugar empiezan a desaparecer y los militares (que parecen saber algo que no dicen a la población) a marchas forzadas evacúan a los vecinos mientras esa niebla se introduce en el pueblo. Un nutrido grupo de personas quedan encerradas en un supermercado, ya con la niebla envolviendo todo el lugar, y cada vez que alguno se va de allí, o bien no regresa, o lo hace su cadáver, precedido de temblores del suelo, rugidos y sombras en la niebla que hacen intuir que en ella se encuentran criaturas abominables y de un tamaño descomunal.

Sin embargo, el principal problema de la situación no está en aquello que mora en la niebla, y que se encuentra fuera del supermercado; lo más grave se desarrolla dentro del inmueble, y viene propiciado por el comportamiento y reacciones de la gente que se encuentra en su interior. Así, pronto aparece una persona que se erige en salvadora de los demás y, dando lecciones de cómo comportarse, impone su propia ética enfermiza utilizando la coyuntura existente para afirmar que aquello es el fin del mundo y así consigue hacerse la líder del lugar –es decir, con el poder- y que los demás se conviertan en sus acólitos, de tal modo que dentro de aquél recinto, que debiera ser de seguridad, se empieza a desarrollar un superior miedo, pues la líder exige sacrificios de sangre para apaciguar a lo que se encuentra afuera, y así pone en el punto de mira a las personas –pocas- que se dan cuenta de la locura a la que se está llegando y prefieren arriesgarse y abandonar el sitio, si bien previamente se origina una revuelta que acaba con el asesinato de un inocente como ofrenda y con la muerte por un disparo de aquella autoproclamada líder. Todo ello, acompañado de decisiones poco afortunadas, por irreflexivas, así como derivadas de la desconfianza y los reproches de unos para con otros, que al final llevan a la práctica desaparición de aquel grupo de personas confinadas. Detrás de aquella niebla había un proyecto militar que tenía por objeto abrir una puerta dimensional a otra realidad, con fines que no trascendieron, pero que en todo caso salió mal y se descontroló, sin que se llegara nunca a saber si aquella “niebla” -realmente, el vehículo a otro plano con seres monstruosos-  consiguió ser disipada o si se extendió por todo el globo terráqueo acabando con la humanidad.

Con este argumento, la protesta de King hacia el comportamiento humano en situaciones de crisis resulta manifiesta. Y es trasladable al campo jurídico, ético, político y sociológico.

Ante un peligro exterior, en lugar de proceder la sociedad de una forma coordinada y al unísono para hacerle frente, surgen los egoísmos y la búsqueda de la supervivencia personal, por encima del interés común; algo que es irracional, pues la prevalencia del interés supraindividual redunda en la pervivencia del propio sujeto, pero es un hecho que el comportamiento del ser humano, aún ilógico, es éste, siendo incapaz de ver que tal forma de proceder le perjudica inmediatamente.

En este contexto de calamidad, siempre surgirá un dirigente –o varios agrupados- que se aprovechará del desconcierto, de las circunstancias, para presentarse como un valedor de la moralidad, que no es sino su propio y exclusivo interés, y así imponérsela a los demás, quienes lo asumen al no tener las herramientas intelectuales necesarias para darse cuenta de que están siendo utilizados. Aquí surge otra característica humana, en este caso muy singular de los detentadores del poder: el oportunismo -que se une a la faceta egoísta de base- revestido, eso sí, de una sola aparente cara de entrega y puesta a disposición del bien común: una sonrisa que no es sino una mueca. Y el tercer pie que cierra este devenir social es la mentira, la ocultación de la realidad: el poder nunca dice, a priori, lo que realmente está pasando, ni expresa sus intenciones ni sus deseos, faltando a la verdad ante la opinión pública y propiciando con ello la retroalimentación del propio poder político, al dar cabida al surgimiento de esos falsos libertadores.

Como colofón, aquel grupo social que convivía dentro del supermercado sitiado por la niebla generó de facto su propio sistema normativo, un microcosmos jurídico asentado en unos principios generales dispuestos por un loco, que sustituyó el razonamiento lógico y la ética por el fanatismo, de modo que generó un Derecho Natural ad hoc, enmarcado en la triple premisa antes referida (egoísmo, oportunismo y falsedad) para dar lugar a unas reglas de comportamiento social que llevaron a aquel grupo humano a consentir y a considerar legítimas, nada menos, que las muertes de varias personas. La falta de criterio social determinó, mediante su voto favorable y acrítico, sin objeción ni resistencia alguna, que ese planteamiento del poder prosperase, se infiltrase en el ámbito de la moralidad y construyese un conjunto de normas totalmente separadas de la ética, generando división y atacando a la minoría de pensamiento diferente y consciente de la tergiversación de la realidad. La conclusión no fue otra que la desintegración de aquél grupo humano, desde su autodenominado líder hasta todos y cada uno de sus miembros, desapareciendo no precisamente por la amenaza exterior a la que no supieron enfrentar, sino por sus propios males internos, por sus propias debilidades.

 “¡Hay cosas en la niebla! ¡Todos los horrores de una pesadilla! ¡Engendros sin ojos! ¡Criaturas espectrales! ¿Dudáis? ¡Pues salid! ¡Salid y decidles: «Hola, ¿qué tal?»!”

“Los monstruos y los fantasmas son reales: viven dentro de nosotros y a veces ellos ganan.”

 “La confianza de los inocentes es la herramienta más útil del mentiroso.”

“Y como escritor, una de las cosas que siempre me ha interesado hacer es invadir tu zona de confort. Porque eso es lo que se supone que debemos hacer. Ponernos debajo de tu piel, y hacerte reaccionar.”

 



Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid y 
Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación 



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