Sthepen King (1947) es un escritor norteamericano
de gran éxito editorial. Prácticamente todas sus obras se han convertido en
bestsellers y han sido llevadas al cine, también con acierto. Carrie, El resplandor, Cujo, It, y tantos otros libros del autor han
tenido una influencia notable en el género del terror y de la ciencia ficción.
El estilo narrativo de Sthepen King se caracteriza por ser muy claro, directo,
marcadamente descriptivo y sobre todo un fiel traslado a la literatura del
conocimiento preciso de los miedos humanos, de los males y problemas de la
sociedad actual, lógicamente presentados a través de historias y personajes
ficticios, pero tras ellos existe una importante crítica al poder, a la
simpleza, en ocasiones, del ser humano y a la manipulación de la realidad a la
que se ve sometido por aquél, hasta el punto de llevarle a la autodestrucción.
King es autor de una novela, trasladada
magníficamente a la gran pantalla, titulada La
niebla. El argumento que se presenta al lector o espectador versa sobre
lo acontecido en una localidad de los Estados Unidos, en la que un día comienza a llegar desde los montes una niebla muy densa y extraña, que lo cubre todo.
Las gentes del lugar empiezan a desaparecer y los militares (que parecen saber
algo que no dicen a la población) a marchas forzadas evacúan a los vecinos mientras esa niebla se introduce en el pueblo. Un nutrido grupo de personas
quedan encerradas en un supermercado, ya con la niebla envolviendo todo el
lugar, y cada vez que alguno se va de allí, o bien no regresa, o lo hace su
cadáver, precedido de temblores del suelo, rugidos y sombras en la niebla que
hacen intuir que en ella se encuentran criaturas abominables y de un tamaño
descomunal.
Sin embargo, el principal problema de la
situación no está en aquello que mora en la niebla, y que se encuentra fuera
del supermercado; lo más grave se desarrolla dentro del inmueble, y viene
propiciado por el comportamiento y reacciones de la gente que se encuentra en
su interior. Así, pronto aparece una persona que se erige en salvadora de los
demás y, dando lecciones de cómo comportarse, impone su propia ética enfermiza
utilizando la coyuntura existente para afirmar que aquello es el fin del mundo
y así consigue hacerse la líder del lugar –es decir, con el poder- y que los
demás se conviertan en sus acólitos, de tal modo que dentro de aquél recinto,
que debiera ser de seguridad, se empieza a desarrollar un superior miedo, pues
la líder exige sacrificios de sangre para apaciguar a lo que se encuentra
afuera, y así pone en el punto de mira a las personas –pocas- que se dan cuenta
de la locura a la que se está llegando y prefieren arriesgarse y abandonar el sitio, si bien previamente se origina una revuelta que acaba con el asesinato
de un inocente como ofrenda y con la muerte por un disparo de aquella autoproclamada líder.
Todo ello, acompañado de decisiones poco afortunadas, por irreflexivas, así como
derivadas de la desconfianza y los reproches de unos para con
otros, que al final llevan a la práctica desaparición de aquel grupo de
personas confinadas. Detrás de aquella niebla había un proyecto militar que
tenía por objeto abrir una puerta dimensional a otra realidad, con fines que no
trascendieron, pero que en todo caso salió mal y se descontroló, sin que se
llegara nunca a saber si aquella “niebla” -realmente, el vehículo a otro plano
con seres monstruosos- consiguió ser
disipada o si se extendió por todo el globo terráqueo acabando con la
humanidad.
Con este argumento, la protesta de King hacia el
comportamiento humano en situaciones de crisis resulta manifiesta. Y es
trasladable al campo jurídico, ético, político y sociológico.
Ante un peligro exterior, en lugar de proceder la
sociedad de una forma coordinada y al unísono para hacerle frente, surgen los
egoísmos y la búsqueda de la supervivencia personal, por encima del interés
común; algo que es irracional, pues la prevalencia del interés supraindividual
redunda en la pervivencia del propio sujeto, pero es un hecho que el
comportamiento del ser humano, aún ilógico, es éste, siendo incapaz de ver que
tal forma de proceder le perjudica inmediatamente.
En este contexto de calamidad, siempre surgirá un
dirigente –o varios agrupados- que se aprovechará del desconcierto, de las
circunstancias, para presentarse como un valedor de la moralidad, que no es
sino su propio y exclusivo interés, y así imponérsela a los demás, quienes lo
asumen al no tener las herramientas intelectuales necesarias para darse cuenta
de que están siendo utilizados. Aquí surge otra característica humana, en este
caso muy singular de los detentadores del poder: el oportunismo -que se une a
la faceta egoísta de base- revestido, eso sí, de una sola aparente cara de
entrega y puesta a disposición del bien común: una sonrisa que no es sino una
mueca. Y el tercer pie que cierra este devenir social es la mentira, la
ocultación de la realidad: el poder nunca dice, a priori, lo que realmente está
pasando, ni expresa sus intenciones ni sus deseos, faltando a la verdad ante la
opinión pública y propiciando con ello la retroalimentación del propio poder
político, al dar cabida al surgimiento de esos falsos libertadores.
Como colofón, aquel grupo social que convivía
dentro del supermercado sitiado por la niebla generó de facto su propio sistema normativo, un microcosmos jurídico asentado
en unos principios generales dispuestos por un loco, que sustituyó el
razonamiento lógico y la ética por el fanatismo, de modo que generó un Derecho
Natural ad hoc, enmarcado en la
triple premisa antes referida (egoísmo, oportunismo y falsedad) para dar lugar
a unas reglas de comportamiento social que llevaron a aquel grupo humano a
consentir y a considerar legítimas, nada menos, que las muertes de varias
personas. La falta de criterio social determinó, mediante su voto favorable y
acrítico, sin objeción ni resistencia alguna, que ese planteamiento del poder
prosperase, se infiltrase en el ámbito de la moralidad y construyese un
conjunto de normas totalmente separadas de la ética, generando división y
atacando a la minoría de pensamiento diferente y consciente de la tergiversación
de la realidad. La conclusión no fue otra que la desintegración de aquél grupo
humano, desde su autodenominado líder hasta todos y cada uno de sus miembros,
desapareciendo no precisamente por la amenaza exterior a la que no supieron
enfrentar, sino por sus propios males internos, por sus propias debilidades.
“¡Hay cosas en la niebla! ¡Todos los horrores
de una pesadilla! ¡Engendros sin ojos! ¡Criaturas espectrales! ¿Dudáis? ¡Pues
salid! ¡Salid y decidles: «Hola, ¿qué tal?»!”
“Los monstruos y los
fantasmas son reales: viven dentro de nosotros y a veces ellos ganan.”
“La confianza de los
inocentes es la herramienta más útil del mentiroso.”
“Y como escritor, una de las cosas que siempre me ha interesado hacer
es invadir tu zona de confort. Porque eso es lo que se supone que debemos
hacer. Ponernos debajo de tu piel, y hacerte reaccionar.”