Virginia Woolf (1882-1941) fue una escritora
británica, relevante y prestigiosa en la literatura universal, cuya vida
familiar determinó que sus obras contaran con un componente
filosófico de gran profundidad. Su personalidad estuvo marcada por la tragedia.
Mujer de gran cultura y sensibilidad, el fallecimiento de su madre la sumió en
una depresión que generó en ella un poso melancólico incrementado con la posterior desaparición de su padre. Tuvo por ello fuertes crisis nerviosas que
propiciaron el desarrollo de un trastorno bipolar, a cuyo inicio muy
probablemente también contribuyeron los abusos que sufrió en la infancia.
Experiencias desdichadas, que, no obstante, dotaron a su producción literaria
de una belleza y originalidad apreciables, desmarcándose de las tendencias de
aquel momento. Tuvo una vida intelectual muy activa, dentro del denominado “Círculo
de Bloomsbury”; se casó con uno de sus integrantes, Leonard Woolf, al que quiso
enormemente. Comenzó a ser públicamente reconocida a través de obras como La señora Dalloway, Al faro, Orlando o Las olas. Pero el alma de Virginia
estaba muy herida. En 1941 se suicidó arrojándose al río Ouse.
Virginia Woolf es, desde un punto de vista
literario, una autora rompedora, una gran innovadora al introducir en sus
novelas elementos poéticos y técnicas narrativas muy similares a la plasmación
implícita de un monólogo interior que se desarrolla en el devenir de la
historia de los personajes. Desde el prisma filosófico, considero a Virginia
Woolf una existencialista, con una marcada tendencia hacia el fatalismo. Sus
obras tienen un componente autobiográfico muy significativo, con especial
énfasis en las vivencias de la niñez.
Se ha querido centrar la faceta filosófica de su
obra en su condición de mujer y en la reivindicación del feminismo, máxime
teniendo en cuenta cuáles fueron sus tiempos. No obstante, quisiera ofrecer
otro punto de vista, centrado en la cuestión jurídica y en una cierta reflexión
en torno a la imperatividad de la ley.
La novela Al
faro, claramente referida a su vida, contiene pasajes en los que,
metafóricamente, se hace referencia al determinismo de la vida a través de la
ley. Dividida en tres partes, el factor tiempo entre ellas es de una gran
importancia, pues la negativa inicial a realizar un viaje, tras una década, se
convierte en una realidad práctica, habiendo pasado entre tanto muchos
avatares. Los Ramsay, familia compuesta por un matrimonio y dos hijos, se
encuentran en su casa de verano y frente a ellos tienen un faro. La señora
Ramsay quiere ir allí, junto con sus hijos, pero el marido se niega, expresando
que el clima no va a permitirles cruzar y de ese modo la travesía se trunca. Diez
años después, habiendo fallecido la señora Ramsey, la familia, integrada por el
padre y los dos hijos, emprenden el viaje hacia el faro, dejando la hija
realizado un cuadro de aquella construcción que cuando fue niña no pudo hacer.
Tras este simplificado argumento, con múltiples lecturas, e influenciado por autores como Joyce, se deja entrever cierto asunto jurídico, enlazado también, aunque no principalmente, con la desigualdad. Puede comprobarse que la decisión inicial de no ir al faro viene dada por una imposición, por un mandato asumido por la familia y procedente del padre. Fue él quien, de forma unilateral, decidió no ir allí, implicando en las consecuencias de no ir (entre ellas, el que su esposa nunca conocería el faro) a todos los demás. Se trata de un recurso literario con diversas interpretaciones: por una parte, sobre la limitación del desarrollo de una existencia por las decisiones de terceros, no propias, que impiden ganar experiencias personales y aprender de ellas, cercenando, incluso, auténticos proyectos de vida; y por otra, quizá la más evidente, la procedencia de esa orden, desde lo masculino, extremo que ha llevado a considerar esta novela como un canto feminista.
Pero, adicionalmente, aquí hay una dimensión jurídica, imbricada con el
elemento tiempo. Aquella primera ley dictada por el padre de la familia supuso
una evidente restricción a los derechos de su mujer e hijos, evitando un viaje
que sí podía haberse realizado. Esa norma jurídica no contó con el respaldo de
nadie más que el de la propia fuente que la dictó, por lo que se trató de una
genuina imposición. La ley, sin mayor razón fáctica que una mera hipótesis, limitó la vida
de sus destinatarios. Tenemos, por lo tanto, una manifiesta crítica hacia el
poder, que ya en su momento se revela como arbitrario y perjudica a los demás,
extremos que quedan evidenciados con el paso de los años: cuando las
circunstancias cambian, cuando la realidad de las personas ya es otra, entonces
también se cambia la decisión y se adopta la contraria. Lo que ocurre es que,
en el entreacto, hay personas que han sufrido las nefastas consecuencias de los
cambios de criterio de un poder que actúa como una veleta, hasta el punto de
haber impedido que, en vida, se pudiera disfrutar de un entorno o desarrollar
una faceta de la personalidad.
Es por ello que no debe dejar de afirmarse que
cualquier poder debe ser cabal, coherente y valorar las consecuencias de sus decisiones,
máxime cuando van a afectar a sociedades enteras, porque la orientación que
impongan al devenir tendrá consecuencias no solo de forma inmediata, sino también a largo plazo. La correcta visión de Estado, plasmada en el ámbito jurídico,
precisa tener una perspectiva general y de futuro, jamás centrada en el cortoplacismo ni en el interés exclusivo de quien dicta las leyes, pues en tal caso las
consecuencias no solo serán patentes en la posteridad y revelarán la naturaleza
de quien fue su autor, sino que, lo que es más grave, producirán efectos en las
vidas que nunca se podrán remediar.
“Inevitablemente consideramos a la sociedad, tan amable con usted, tan
dura con nosotros, como una forma inadecuada que distorsiona la verdad; deforma
la mente; encadena la voluntad.”
“El único consejo que una persona puede darle a
otra acerca de la lectura es no seguir ningún consejo, seguir sus propios
instintos, usar su propia razón, sacar sus propias conclusiones.”
“Los ojos de los demás, nuestras prisiones; sus
pensamientos, nuestras jaulas.”
“Los seres humanos no tienen ni bondad, ni fe,
ni caridad más allá de lo que sirve para aumentar el placer del momento.”
“Puedes bloquear tus bibliotecas si lo deseas;
pero no hay puerta, ni cerradura, ni cerrojo que puedas poner sobre la libertad
de mi mente.”