Avicena es el nombre latinizado de Ibn Sina
(980-1037), gran intelectual persa, que, como ocurrió con otros eminentes
pensadores de la humanidad a lo largo de la historia, no se circunscribió a una
sola faceta del saber, sino que entendió el conocimiento como la suma de todas
las disciplinas: astronomía, ciencia, medicina…hasta así conformar, en
plenitud, una tesis filosófica completa. Avicena fue lo que hoy llamaríamos un
niño de altas capacidades o superdotado: con catorce años, poseedor de una
memoria prodigiosa, recitaba el Corán en su integridad y estudiaba de forma
autodidacta. Hasta tal punto fue Avicena avanzado que, siendo un adolescente,
ya tenía fama como médico y había salvado la vida de un emir. Escribió más de
300 libros, entre ellos su Canon de Medicina. Trabajador incansable, por las
mañanas se dedicaba a sus labores profesionales y por las noches a la ciencia.
Una vida tan intensa y llena de actividad que le llevó a un agotamiento físico
y mental y a su fallecimiento a los cincuenta y seis años.
Como he referido, Avicena se dedicó a
prácticamente todas las actividades intelectuales posibles, con una especial
preponderancia en la medicina. Pero si atendemos a sus tesis filosóficas
podemos extraer conclusiones muy relevantes para su aplicación a la materia
jurídica.
Nuestro autor recibió la influencia esencial de
Aristóteles y la conjugó con las tendencias neoplatónicas, para construir una
nueva concepción de la metafísica y explicar el concepto del ser. Bien es
cierto que tuvo que estudiar muy profundamente la metafísica aristotélica, que
consideró compleja, hasta llegar a entenderla como deseaba y debía. Para
Avicena, en primer lugar, la realidad se compone de esencia y ente. La primera,
abstracta y el segundo, concreto. La primera, necesaria y el segundo,
contingente. La conformación de la realidad se produce cuando sobre el ente,
cuya existencia es meramente una posibilidad, actúa la esencia universal y
abstracta a modo de causa. Así, el ser humano (ente) existe porque sobre él
actúa la causa esencial (Alá, como primer motor divino) que lo dota del
componente espiritual. De modo que el ente (transitorio) no puede existir sin
intervención de la esencia (eterna). Ente y esencia conforman al ser. Y en
segundo lugar, del análisis del propio ser humano, concluye la confluencia en
él de dos modalidades de inteligencia: el intelecto activo o agente y el
intelecto pasivo o paciente. Este último actuaría como un verdadero receptor de
las señales de la inteligencia activa, procedente de un ámbito superior, que
dota a ese receptor de su individualidad, criterio y personalidad propia. Sin
la actuación de la inteligencia activa superior, la pasiva es una mera
potencia, no llega a materializar una sustantividad.
Como puede comprobarse, toda realidad en Avicena
es, en cierto modo, una composición de dos elementos: el material y el
espiritual, el empírico y el metafísico, indisolubles para que aquello que
estimamos real efectivamente así lo sea.
Por lo tanto, si estas tesis explican toda
realidad, su traslado al Derecho es evidente: el Derecho Positivo -las normas
jurídicas escritas- que no tenga un fundamento primero que lo legitime, que lo
justifique esencialmente, queda en una mera potencia de lo que debe ser, como
instrumento para llegar a la Justicia. Sobre este Derecho debe incidir un
componente superior, ubicado en otro plano, que lo dote de fundamento, de
legitimidad. En definitiva: que motive racionalmente la necesidad y pertinencia
de esas normas jurídicas. De nuevo, todos aquellos postulados metajurídicos
propios de la ética, particular y pública, el acervo de principios y valores
ubicados en un ámbito filosófico y racional, aquello que tantos autores
denominaron Derecho Natural, desde sus diversas perspectivas y tesis, dota de
vida y razón de ser a las normas jurídico-positivas. Estas normas no pueden
existir (considerando la existencia como un acto filosófico de necesidad) si en
ellas no concurre una causa primera, una inteligencia activa o agente. Con el
devenir de los tiempos, y sobre todo con el racionalismo y el posicionamiento
del discernimiento humano por encima de los dogmas y de las atribuciones
divinas, esta esencialidad del Derecho vino determinada por la razón, de la que
emanaron los derechos humanos y los valores primordiales. Es algo patente que
cuando en la actualidad nos encontramos con leyes que producen unos resultados
prácticos incomprensibles e incluso perjudiciales, vemos que la Justicia no se
hace presente en su aplicación, y ello es así porque esas leyes carecen de
razón auténtica que las justifique, estando desprovistas de aquel elemento
trascendente (esto es, de su esencia) que determina que sean un acto de
necesidad, y por lo tanto podemos comprender que, en verdad, no existen como
verdaderas leyes, sino que se manifiestan como algo meramente potencial, en
tanto que incompleto y por ende imperfecto: una forma, un mero revestimiento,
una apariencia de aquello que no son verdaderamente y cuyo nombre adoptan, cuya
plasmación material, su efecto práctico, no es otro que la injusticia, lo que
también revela cuál es su naturaleza genuina, alejada del fundamento del
auténtico Derecho, que es la suma de ética y de norma positiva.
Avicena fue un adelantado a su tiempo, una mente
preclara; creó su propia tesis y fue el catalizador del saber griego hacia el
pensamiento posterior, influyendo en el gran Averroes, en la escolástica, y anticipando,
con su planteamiento de la inteligencia y su vinculación con el ser, un
postulado filosófico que marcó, siglos después, un hito para la humanidad: cogito ergo sum, pienso luego existo.
“Un médico
ignorante es el ayudante de campo de la muerte.”
“El primer paso
para la ignorancia es la arrogancia.”
“El conocimiento
de cualquier cosa, dado que todas las cosas tienen causas, no es adquirido o
completo a menos que sea conocido por sus causas.”
“El candil o
lámpara, representa la inteligencia adquirida, ya que la luz es una perfección
para lo transparente, y deposita en la inteligencia material a la inteligencia
adquirida convirtiéndola en un reflejo de sí misma.”
“La vida es como
un viaje, y cada experiencia es un paso más hacia la sabiduría.”
“La verdad es la
base de la Justicia y la equidad.”