Vincent Van Gogh
(1853-1890) es uno de los mayores genios de la pintura. Nacido en los Países Bajos, su existencia
estuvo marcada por trágicos acontecimientos, tanto derivados de las
vicisitudes propias de la vida, como por su muy singular carácter. Siempre
contó con el fiel y único apoyo de su hermano Theo, quien le acompañó durante
toda su vida, le financió su desarrollo y actividad pictórica y le sostuvo en
los momentos de debilidad, hasta el mismo final de sus días, falleciendo en sus
brazos. A los pocos meses, Theo también fallecería. Ambos reposan juntos.
Se ha afirmado que
Vincent Van Gogh estaba aquejado de algún tipo de patología mental, que le
llevaba a momentos de angustia y desesperación vital. Lo cierto es que, como
han podido estudiar especialistas en Historia del Arte, el pintor, aparte de su
impulsividad, expresaba una gran sensibilidad y cariño en las cartas que
escribía a su hermano y sus técnicas pictóricas no eran, en absoluto, fruto del
delirio, sino consecuencia de un conocimiento específico y muy meditado del
color con el fin de dotar a su obra de un efecto impactante.
Van Gogh tiene un
estilo pictórico propio y personalísimo. Puede afirmarse que es uno de los representantes del simbolismo
en la pintura, que más tarde evolucionó hacia el impresionismo y el
expresionismo. El simbolismo permite plasmar en la obra pictórica mundos
oníricos que se interrelacionan con elementos de la realidad, empleando el
color de una forma precisa para ocasionar una sensación auténtica en el
observador. La obra de Van Gogh genera sentimientos en quien la contempla.
Puede notarse la inquietud del pintor, mediante el empleo de diversas
tonalidades del amarillo; aquellos momentos en los que atravesaba por periodos
de una mayor tranquilidad, a través del uso del color azul; los vivos colores
son realmente los protagonistas de la obra de Van Gogh, hasta el punto de que
la forma de los objetos plasmados en el lienzo es posterior o secundaria a los
colores, siendo éstos los que dotan de vida y efecto a la escena. No de otra
manera puede entenderse que Los girasoles,
como obra paradigmática, genere tantas sensaciones en quien la contempla, mucho
mas allá del elemento material reflejado en ella. El pintor consiguió
trasladar, a través de los tiempos, sus emociones más personales e íntimas;
esto es, sus obras son un canal de comunicación emocional con el observador,
quien sabe, al visualizar el cuadro, y aunque no sea capaz de expresarlo con palabras,
como se sentía el pintor. La grandeza de Van Gogh es que, a través de sus
cuadros, se genera un vínculo emocional con él, se llega a conocer muy bien al
pintor.
Estas reflexiones
sobre la obra de Vincent Van Gogh considero que pueden ser perfectamente
trasladadas al mundo del Derecho. Resulta algo incuestionable que la norma
jurídica, cuando es objeto de estudio y de efecto práctico, genera en quien
la examina y a quien se le aplica una opinión, un sentimiento, muy
interiorizado, acerca de la justicia o injusticia de esa norma. Sin perjuicio
de que la injusticia del Derecho Positivo, si este así lo fuera, puede llegar a
ser determinada mediante técnicas jurídicas precisas como son la ponderación de
los derechos afectados por ella, la interpretación de la norma con otras
internas o internacionales aprobadas con un mismo fin (siempre dentro de
parámetros objetivos y no bajo la influencia de factores exógenos o presiones
externas) realmente es una sensación, un sentimiento, y aflora como consecuencia de elementos
que no son directamente o a priori apreciables en el rigorismo técnico de una
norma positiva. Precisamente por ello existen desde la jurisprudencia, que se encarga de ajustar
la aplicación de las normas para que éstas generen los efectos prácticos más
posiblemente alejados de la injusticia, hasta las propias iniciativas
legislativas que habilitan los cambios o derogaciones de normas jurídicas injustas.
La apreciación de la
injusticia de la norma no viene, en consecuencia, sólo de sus elementos
formales o materiales, sino de su sentido, de su trasfondo, de la verdadera
razón de ser de esa norma. Del mismo modo que en la pintura de Van Gogh el color
es el elemento crucial, y la forma el envoltorio, en el Derecho, el color de la
norma lo proporciona el Derecho Natural; aquellas normas que estén basadas en
los valores más esenciales de la humanidad, y por lo tanto dotadas de justicia,
contarán con un color, esto es, proporcionarán la convicción interna de que
esas normas son adecuadas; por contra, aquellas que carezcan de sentido, o
conculquen los principios más básicos de la ética, serán normas opacas,
oscuras, que generarán una profunda sensación de injusticia.
En definitiva, como
ocurre en la pintura de Van Gogh, en la que el color es la fuerza motriz de los
sentimientos en el observador, siendo la forma el elemento secundario, en el
ámbito jurídico, la justicia del Derecho no viene proporcionada por la mera formalidad,
sino por algo que se ubica en un plano más allá de ella, y que, de ser o no
apreciado, genera la convicción de que tales normas positivas son, o no, verdadero Derecho,
en el sentido de proteger los valores y principios esenciales de la humanidad,
o aparentar únicamente cumplir unas finalidades que no persiguen, siendo otros muy distintos los objetivos que pretenden.
“La conciencia es la brújula del hombre.”
“¿Qué es el dibujo? ¿Cómo se puede aprender? Es trabajar a través
de un invisible muro de hierro que parece interponerse entre lo que uno siente
y lo que uno puede hacer.”
“No es el lenguaje de los pintores, sino el lenguaje de la naturaleza lo
que uno debería escuchar...El sentimiento propio de las cosas, en la realidad,
es más importante que la sensación que transmite una imagen.”
“No puedo cambiar el hecho de que mis cuadros no se vendan. Sin embargo,
el tiempo hará que la gente reconozca que mis cuadros valen más que el valor de
las pinturas utilizadas en él.”
“Hay cosas en el color que surgen en mí mientras pinto, cosas grandes e
intensas.”
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