sábado, 16 de agosto de 2025

Kratos: la justicia de matar a un dios

 

Kratos es un personaje de ficción, protagonista de la saga de videojuegos God of War, cuya primera entrega data de 2005; por lo tanto, son ya veinte años conociendo las aventuras de este singular guerrero espartano, con episodios que se siguen sucediendo hasta la actualidad. La historia de Kratos tiene importantes referencias a los mitos clásicos griegos, si bien con componentes dramáticos que recuerdan a obras de Shakespeare o de Goethe, por su desarrollo y giros argumentales.

Kratos, pese a ser un magnífico guerrero en la defensa de Esparta, a punto de sucumbir en combate, se encomendó al dios de la guerra Ares, quien en ese momento le otorgó una fuerza ciega y desbocada, acabando con todos los que se le pusieron enfrente, incluso con su propia mujer e hija, a los que en su locura no pudo distinguir de los enemigos. Desde ese momento, Kratos renegó de los dioses del Olimpo, se consideró engañado y utilizado por ellos y la venganza fue su único motivo para seguir viviendo; su cuerpo se cubrió con las cenizas de su casa y familia, y se trazó automáticamente en su piel una franja de color rojo sangre, convirtiéndose en el denominado “fantasma de Esparta” y jurando dar muerte al dios Ares y tras él a todos los integrantes del Olimpo. Ya no existía razón alguna, sino furia, rabia y pura sed de venganza.

Kratos se encuentra solo en su camino hacia Ares, a quien consigue matar con una cierta, aunque interesada, ayuda de la diosa Atenea y él ocupa su lugar, como un nuevo dios de la guerra. Desde ese punto, empieza a escalar el monte Olimpo con la ayuda de los titanes y se enfrenta a todo tipo de criaturas mitológicas que Zeus le pone a modo de barreras o cortafuegos, dando finalmente muerte a Helios, a Poseidón, a Hares, a Hera, a Hefesto, a Hermes, a la propia Atenea -pues descubre que su aparente ayuda lo fue con la finalidad de que Kratos se posicionara en la guerra existente desde tiempo inmemorial entre el Olimpo y los titanes, que habían sido desterrados por Zeus- y así hasta llegar al propio dios del rayo, dando con ello cumplimiento a la razón de su existencia, para finalmente él mismo acabar con su propia vida para evitar que todo el poder que había acumulado muerte tras muerte le convirtiera en un tirano peor aún que aquellos a los que había aniquilado, derramando toda su energía, esperanza y poder sobre las tierras y ciudadanos del mundo, si bien en la última escena de esta línea argumental basada en la mitología griega se ve como en el lugar en el que el cadáver de Kratos había quedado éste ya no estaba ahí, y en aquella tierra una silueta dibujada en el suelo del Ave Fénix, acompañada de un plano de cámara hacia un acantilado y el mar, daban a entender que su sacrificio fue también una redención personal y que ello le hizo merecedor de otra oportunidad.

Son dos los planteamientos filosóficos que pueden extraerse de estas aventuras, que permiten despertar el interés, para quien no la conozca, en la espléndida e interesante mitología griega, recogiendo el sentido auténtico de la misma, que no era otro que el tratar de explicar metafóricamente la realidad de la condición humana, con sus bondades y sus muchas oscuridades, antes incluso del desarrollo del pensamiento racional y crítico.

En primer lugar, el sentido de la justicia de Kratos. Nuestro guerrero espartano es un ser ominoso, no podemos considerarlo como alguien que actúe con objetividad ni con mesura. Él mismo crea sus normas y las aplica, sobre la base de sentimientos brutales, que pueden ser comprendidos desde una perspectiva humana, pues nos encontramos frente a dos hechos difícilmente superables en malignidad: la muerte de sus seres queridos, por un lado, y ésta sobre la base de una traición con fines políticos, al fin y al cabo, pues Kratos era quien menos importaba en todo lo que ocurría, ya que la batalla real se libraba a otro nivel. Él fue solamente un instrumento del poder. No obstante, la justicia que aplicó de propia mano se separó del parámetro que la fundamenta, que no es otro que la imparcialidad. Quien tiene una moralidad pervertida (por la razón que sea, aunque se llegue a entender humanamente en ciertos casos) no puede erigirse nunca en hacedor de normas ni en el impartidor de justicia, bien por sí mismo o bien eliminando a quienes pueden hacerlo de forma objetiva, o influyendo sobre ellos para que se decanten a su favor. Por lo tanto, es un ejemplo más de la necesaria unión de ética y ley para llegar a la Justicia auténtica, ya que una moral basada en la venganza implicará un ajusticiamiento, y a quien así obre en un justiciero, pero no será una genuina Justicia objetiva e imparcial, mejor que el ojo por ojo, y base de lo que se entiende por civilización. No olvidemos lo que desde la filosofía estoica o incluso desde el cristianismo se expresa: la mejor forma de responder al enemigo es no parecerse jamás a él, ni en las formas ni en el fondo. La victoria será aún mayor, pues se demostrará una grandeza aplastante. Un Derecho creado y aplicado por quienes solo actúen movidos por sus ambiciones, vicios y ánimos derivará en una mera forma o apariencia de legalidad, pero en modo alguno será Justicia.

Y a ello hay que añadir otra cuestión relevante: la redención personal. Durante su travesía de brutalidad y muerte, Kratos va tomando consciencia de lo que hace. Y al finalizar su misión, él mismo se quita la vida. Hay un cambio ético en nuestro personaje. Sabe que no ha hecho algo positivo, y tampoco quiere convertirse él mismo en aquello que aborrece, al quedar como el único dios con poder sobre el mundo. Quiere devolverle todo al pueblo, y que su esperanza, fuerza y energía combinada con la de todos los dioses que ahora porta en su interior reconstruya un mundo devastado por la batalla y otorgue a los ciudadanos la capacidad para regir sus propias vidas. Se trata de una última lección vital y con una moraleja importante: allí donde el poder reside, si se acumula en una sola persona o conjunto de personas, tiende a corromper a quienes lo detentan, generando tiranías, directas o veladas, con la única ambición de permanecer en el puesto, aún a costa del pueblo, al que someterán y utilizarán para sus exclusivos fines. Y salvo que quien detente el poder tenga principios éticos sólidos, que en ámbito político y público se basan en la sublimación del interés general sobre el propio, en el caso de no tener la altura ni la capacidad para tan alta y honorable tarea, mejor será reconocerlo y retirarse antes que aferrarse al sitio y llevar a sociedades enteras hacia el abismo.

“El pasado no define quien eres, solo prepara el camino para lo que puedes llegar a ser.”

“Todos los líderes cometen errores. Los mejores asumen la responsabilidad.”

“Yo solo soy lo que los dioses me hicieron ser.”

“Y a partir de ese momento durante el resto de la eternidad, cada vez que los hombres cabalgaran hacia la batalla, por una causa noble o malvada, lo harían bajo la atenta mirada del hombre que había derrotado a un dios; serían conducidos por Kratos, el mortal que se había convertido en el nuevo dios de la guerra.”




Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid 
y Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación 



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