Una de las figuras más
polifacéticas de la Historia de España es Alfonso X, apodado el Sabio (1221-1284), hijo de Fernando III el Santo. Fue un monarca que, en
consonancia con su faceta como intelectual, supuso una innovación de gran
envergadura en plena Edad Media. Junto con el gran rey (y último privativo de
León) Alfonso IX, tendió los puentes para que tuviera lugar la consagración del
Estado Moderno que personificaron los Reyes Católicos. No puede afirmarse que Alfonso
X abriera las puertas de la modernidad, pues no dejó de ser un rey medieval,
pero desde luego fue uno de los claros ejemplos de cómo el destello de la
cultura, de la unión del poder con el saber, hicieron un gran bien a España en
su tiempo y para la posteridad. Junto con sus victorias militares y la idea de
la centralización del poder, la característica sublime de este monarca fue que
no pudo concebir el ejercicio de su reinado sin las bases de la Filosofía. Sus
obras como intelectual le distinguieron (y lo siguen haciendo a día de hoy) de
otros detentadores del poder: astrónomo, poeta, escritor, jurista, filósofo,
legislador, historiador. La ambición del rey, tal vez la primordial, era tanto
abarcar él mismo las más amplias áreas del conocimiento como transmitir esos
saberes al pueblo, de una forma sencilla y comprensible, en una lengua que
todos pudieran dominar.
Quiero referirme de forma especial a su magna
obra jurídica: Las Partidas. Este
compendio legislativo fue un reflejo de su personalidad. No se trataba de un
texto única y exclusivamente jurídico; antes de las normas comprendidas en él,
el sustrato común a todas ellas es de naturaleza filosófica, asentado en un
concepto de Justicia como base de todo el Derecho allí compilado que sirve de
vehículo para positivizar la ética en el reconocimiento de importantes derechos
y libertades de los súbditos del reino. Las
Siete Partidas abarcan todas las ramas del Derecho, desde el Derecho
Político (la forma de gobierno del rey y los derechos del pueblo), hasta las demás
normas del Derecho Público, del Derecho Privado (Civil general, Matrimonial,
Sucesorio y Mercantil) y del Derecho Penal, así como del Derecho Canónico. Las Partidas se presentan como una
enciclopedia de múltiples saberes, en las que queda definido el Derecho de
forma inseparable por su vínculo con la ética, los valores esenciales del ser
humano y la Filosofía. El Derecho es, de este modo, presentado como la
materialización de los principios fundamentales que diferencian y singularizan
al ser humano y como el medio para realizar la Justicia. El Derecho no puede
existir sin esos principios que lo justifican y que determinan la necesidad de
su existencia, toda vez que las normas jurídicas han de tener un único fin: la
defensa a ultranza de tales valores. La altura intelectual de esta producción
jurídica del rey sabio para el Derecho se ha considerado al nivel de la Summa
Teológica de Santo Tomás de Aquino respecto de la Filosofía y la Teología.
En Las
Siete Partidas se reconocen y protegen la libertad plena del individuo, la
seguridad de su casa, las libertades de pensamiento, de expresión y religiosa,
el tránsito de los extranjeros por el reino o el derecho de propiedad. En
definitiva, el texto consagra la seguridad jurídica y la protección del
individuo frente a terceros e incluso frente al poder.
Si hay un pasaje de Las Partidas que demuestra cómo la figura de Alfonso X recibió acertadamente
el apodo de Sabio y que dicha forma
de presentarse ante la historia ha quedado confirmada sin matices es el que, de
forma expresa, se refiere a la propia Justicia. Este es el emblema del Derecho,
aquello que lo antecede y legitima, su alfa y omega, lo que tanto determina su
nacimiento como habilita su ejercicio. Un Derecho sin Justicia, como noción moral,
carece de sentido; y si, aún sin ello, se mantiene y trata de producir efecto,
las consecuencias nunca podrán llamarse jurídicas, pues serán ajenas a la
Justicia y por lo tanto una mera fórmula para dar cobertura a actuaciones
destructivas, desde la ética, la lógica y la práctica.
Expone la Tercera Partida del rey sabio, en un lenguaje
tan claro como bello y poético, en referencia a La Justicia que hace que los hombres vivan unos con otros en paz, y de
las personas que son menester para ella:
TÍTULO 1: De la Justicia
Justicia es una de
las cosas por las que mejor y más enderezadamente se mantiene el mundo; y es
así como fuente de donde manan todos los derechos; y no tan solamente se
encuentra la Justicia en los pleitos que hay entre los demandadores y los
demandados en juicio, más aun entre todas las otras cosas que ocurren entre los
hombres, bien que se hagan por obra o se digan por palabra.
Ley 1: Arraigada
virtud es la Justicia según dijeron los sabios, que dura siempre en las
voluntades de los hombres justos, y da y comparte a cada uno igualmente su
derecho. Y comoquiera que los hombres mueren, sin embargo ella, cuanto en sí,
nunca desfallece, antes queda siempre en los corazones de los vivos inclinados
al derecho y buenos; y aunque diga la Escritura que el hombre justo cae en
yerro siete veces en día, porque él no puede obrar siempre lo que debía por la
flaqueza de la naturaleza que hay en él, con todo eso, su voluntad debe estar
aparejada siempre para hacer el bien y cumplir los mandamientos de la Justicia.
Y porque ella es tan buena en sí que comprende todas las otras virtudes
principales, así como dijeron los sabios, por ello la semejaron a la fuente
perenne que tiene en sí tres cosas: la primera, que así como el agua que de
ella sale, nace hacia oriente, así la Justicia mira siempre hacia donde nace el
sol verdadero, que es Dios y por eso llamaron los santos en las escrituras a
nuestro señor Jesucristo sol de Justicia; la segunda, que así como el agua de
tal fuente corre siempre, y tienen los hombres mayor sabor de beber de ella
porque sabe mejor y es más sana que otra, otrosí la Justicia siempre es en sí
que nunca se recorta ni mengua, y reciben en ella mayor sabor los que la
demandan y la han de menester más que en otra cosa; la tercera, que así como el
agua de esta fuente es caliente en invierno y fría en verano, y la bondad de
ella es contraria a la maldad de los tiempos, así el Derecho que sale de la Justicia
quita y contrasta todas las cosas malas y desaguisadas que los hombres hacen.
Ley 2: Provecho muy
grande es el que nace de la Justicia, pues aquel que la tiene en sí hácele
vivir cuerdamente y sin malestar y sin yerro y con mesura, y aun hace provecho
a los otros; y si son buenos, por ella se hacen mejores, recibiendo galardones
por los bienes que hicieron; y otrosí los malos por ella han de ser buenos,
recelándose de la pena que les manda dar por sus maldades; y ella es virtud por
la que se mantiene el mundo haciendo a cada uno vivir en paz según su estado a
sabor de sí y teniéndose por cierto de lo que tiene.
Ley 3: Según
departieron los sabios antiguos, Justicia tanto quiero como cosa en que se
encierran todos los derechos de cualquier naturaleza que sean. Y los mandamientos de la Justicia y del Derecho
son tres: el primero es que el hombre viva honestamente en cuanto en sí; el
segundo, que no haga mal ni daño a otro; el tercero, que dé su derecho a cada
uno. Y aquel que cumple estos tres mandamientos hace lo que debe a Dios y a sí
mismo y a los hombres con quienes vive, y cumple y mantiene la Justicia.
Esta es la medida del legado de un rey del medievo al que, más allá del tiempo en el que vivió, normas y dirigentes actuales deberían compararse, con el noble ánimo de no verse demasiado empequeñecidos en el mismo espejo.
Enlace al artículo publicado en el diario digital ILeón.com con ocasión del 800 aniversario de Alfonso X el Sabio: https://www.ileon.com/actualidad/123959/alfonso-x-el-sabio-cuando-filosofia-y-derecho-son-uno