Gladiator es el título de una película cinematográfica estrenada en el año 2000,
bajo la dirección de Ridley Scott y con los actores Russell Crowe (Máximo
Décimo Meridio) y Joaquín Phoenix (Cómodo) en estado de gracia. Su argumento
gira entorno a la caída y alzamiento del general hispano Máximo, al servicio
del emperador Marco Aurelio -atípico dirigente, por cuanto en él la Filosofía y
los valores primordiales tenían un mayor peso que las mediocres intrigas- y que,
siendo asesinado por su hijo Cómodo, ciego éste de envidia y odio hacia Máximo,
a quien el sabio emperador quería como regente una vez falleciera para que
llevara a Roma de nuevo a la República, el sucesor autoimpuesto se encargó
personalmente de destruir, tanto a él como a su familia, para allanarse el
camino hacia el poder. Finalmente, un Cómodo enloquecido no lo consiguió y fue derrotado
por Máximo ante el pueblo, si bien tuvo para él un alto coste, el de su propia
vida, que quedó con creces compensado al reunirse en el Elíseo con su esposa e
hijo.
Conocidas las
licencias históricas de la película, es lo cierto que, más allá del contexto
narrativo, Gladiator es un filme
filosófico y con ello atemporal, pues su mensaje se mantiene fresco con
independencia del momento en el que se visualice. Es más, como todas las buenas
obras artísticas, a medida que los años pasan adquiere para el espectador una
serie de connotaciones que tal vez en un primer momento no se advirtieran, pero
que con el devenir de las experiencias personales del día a día hacen ver que
aquella historia ubicada en la Roma clásica perfectamente puede tener lugar hoy
mismo. Y por ello, la película contiene mensajes para saber cuál ha de ser la
actitud ante la injusticia que propicie el poder.
No considero
casualidad que el argumento de la película se ubique durante el mandato de
Marco Aurelio. Este dirigente fue una de aquellas estrellas fugaces que
atravesaron la antigüedad y que dieron luz a un entorno y unos tiempos
ciertamente oscuros. Fue uno de los mayores representantes del estoicismo, y
sobre la base de esta corriente filosófica, que cuenta con unos valores de
carácter muy elevado, se nos presenta a un emperador que es consciente de sus propias
debilidades como ser humano, y de lo que el poder puede hacer con un hombre,
aunque sea excelente. Es por ello que su deseo era no continuar con el Imperio,
pues las desviaciones del camino de la Ética las consideraba garantizadas. La
consecuencia inmediata fue que se le consideró un estorbo, y fue asesinado por
su hijo, el emperador Cómodo, presentado en la película como un usurpador y
ciertamente como un ser depravado desde todas las perspectivas. Cómodo asumió
el poder y mantuvo lo que hoy podríamos denominar una intensa campaña de
marketing presentándose como un amigo del pueblo, proporcionando
entretenimiento (“pan y circo”) mientras los engranajes de la gran máquina
imperial, de la Administración, seguían girando independientemente de sus
propias y múltiples desviaciones.
Entretanto, Máximo,
aquél a quien el emperador formó para llevar a Roma hacia la eternidad, había
sido objeto de todo tipo de calamidades a manos del poder de Cómodo: el asesinato
de su familia seguido de una completa deshonra, por medio de la pérdida de la libertad y su
conversión en esclavo. Esto es, salvo la muerte, nada peor para el Derecho
Romano que la pérdida de la condición de persona, con la desaparición del
triple estatus (civitatis, libertatis,
familiae) pasando a ser una cosa.
La película realmente
versa sobre los valores del estoicismo, y personifica en Máximo al paradigma de
tales principios, frente a Cómodo, el mayor representante del desvío moral y de
la corrupción, fuente de la que dimana la injusticia, al estar dotado de poder.
Máximo Décimo Meridio
aglutina en su persona todos los valores estoicos: sabiduría (pues, con inteligencia estratégica, conoce cómo debe
actuar ante la arbitrariedad del poder: mediante la condición de esclavo, puede
tener acceso a ser gladiador y por lo tanto estar en lugares en los que
coincida con Cómodo, a lo que se añade su gran conocimiento y capacidad
militar); justicia (esto es, un gran sentido
ético, pues conoce y ha sufrido la sensación que produce la corrupción, el mal,
en sus propias carnes, y por medio de su acción quiere no solo vengar el daño
personal que se le ha causado, sino mantenerse fiel al legado de Marco Aurelio,
que no era otro que evitar que con el tiempo los emperadores se corrompieran
por efecto del poder y llevaran a Roma a su fin, cuestión ésta que no se aleja
en absoluto de la realidad histórica); fortaleza
(la capacidad para resurgir, cual ave fénix, de las propias cenizas; levantarse
cada vez que se recibe un golpe, pero sin olvidar jamás al responsable) y templanza (como forma de asimilar las
embestidas de la injusticia y mantener la estabilidad para planificar con
acierto las decisiones).
Cómodo, por contra, es
su némesis en sentido integral. Detentador transitorio del poder, no busca en
realidad el buen fin de Roma, sino su propia gloria y, ya después, si procede, la
de sus afines; carece de ética: es un traidor, asesino de su propio padre, por
lo que la confianza en su palabra y en que se mantenga leal incluso con los
suyos es una cuestión fortuita y de pura conveniencia: no tiene reparos en
destruir, aniquilar, cesar o acabar con aquellos que, actuando bien, le
resultan molestos; y si no lo hace, no se trata de que los respete, sino
porque, siendo un demagogo, de cara a la galería y por su propio interés no le
conviene en ese momento (el ejemplo se da en la escena de la batalla en el anfiteatro
de Roma, una vez que Máximo se descubre, revelando su identidad al emperador, y
el pueblo clama “vida” para él, viéndose Cómodo obligado a poner el pulgar
hacia arriba, no ya porque esté de acuerdo, sino porque no le viene bien a él
lo contrario: la cuestión es mantenerse en el poder, a toda costa).
En definitiva, la
película contrapone la ética frente a la corrupción, que personifican, a la
perfección, protagonista y antagonista. Los principios estoicos, configuradores
de la ética más pura, son ciertamente muy complejos de materializar, conociendo
la naturaleza humana y la del poder. La combinación de ambos elementos es muy
peligrosa, y requiere de seres especiales a nivel moral (pero una moralidad
auténtica, predicando con el ejemplo y no con la hueca palabra) para cumplir
con el deber que se les asigna.
Desde mi punto de
vista, los valores de Máximo son los propios del Derecho Natural, frente a los
de Cómodo, que al no conjugarse con aquellos, motivan la injusticia, de tal
modo que todas las normas jurídicas y actos administrativos que procedieran de
esa fuente de poder, si no son un fruto directo y manifiesto de la corrupción,
únicamente guardarían una apariencia de legalidad, para con ello obtener fines
egoístas, separados del bien común, al que un dirigente político le debe
lealtad de forma exclusiva, por encima, incluso, de sí mismo, y a cuyo
cumplimiento solo llevan los más firmes principios de la Ética. Si el Derecho
precisa de la Ética para alcanzar la Justicia, con mayor razón aquél que
detente el poder de legislar y gobernar debe ser íntegro y honrado, un ejemplo
de virtud. Cuando estos extremos pasen de la utopía a la realidad, tal vez
entonces se podrá decir, con propiedad, que Gladiator
es una película de ficción e histórica.
“El tiempo de honrarte a ti mismo pronto llegará a su fin.”
“Hoy vi a un esclavo volverse más poderoso que el emperador de Roma.”
“Hermanos, lo que hacemos en vida resuena en la eternidad.”
“La valentía más grande del ser humano es mantenerse en pie aun cuando se
esté cayendo a pedazos.”
Diego García Paz es Letrado Jefe de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid
y Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación